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Pipas con mucho arte: El artista cubano Rafa Arzuaga crea auténticas piezas de coleccionista

El artista cubano Rafa Arzuaga crea auténticas piezas de coleccionista desde su taller en Vilaller, donde vive con su familia. Las hace por inspiración y también por encargo, y ha llegado a venderlas por más de 3.000 euros

Arzuaga, tallando una pipa con el rostro de Wagner. - M. CODINAS

Arzuaga, tallando una pipa con el rostro de Wagner. - M. CODINAS

Marc Codinas
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De La Habana a la Alta Ribagorça hay más que un océano de por medio: está también el cambio de ritmo, la búsqueda de serenidad y el hallazgo de una nueva forma de entender el arte. Rafa Arzuaga, escultor y artesano cubano con 26 años de experiencia, ha encontrado en Vilaller el rincón ideal para seguir dando vida a un singular oficio con un nicho muy selecto, la creación de pipas artísticas hechas a mano, auténticas piezas de coleccionista que pueden superar los 3.000 euros.

Arzuaga llegó a España en 2018 junto a su esposa, ciudadana española, y su hija. En Cuba se había dedicado a la escultura, pero su curiosidad lo llevó a un terreno singular: el de las pipas de fumar. “Fui a mi internet en Cuba, que era la biblioteca del Museo del Habano, y descubrí un mundo fascinante, una cultura ancestral presente en muchas civilizaciones de forma innata”, relata. Desde entonces, trasladó su lenguaje escultórico a un formato diminuto, donde la estética y la precisión técnica van de la mano. Trabaja principalmente con brezo de la Costa Brava, elegido por su resistencia al calor y su capacidad para preservar el sabor del tabaco. También emplea bambú, ebonita, metacrilato y distintos metales, muchos importados de Alemania o Estados Unidos. Cada pipa nace de un boceto sobre papel y puede requerir entre ocho y veinte días de trabajo intenso, dependiendo de la complejidad del diseño. “He conseguido trasladar toda mi experiencia como escultor a las pipas, el tema de las líneas y el cubismo me atrae mucho en el momento de crear”, detalla. Las más elaboradas se convierten en pequeñas esculturas que representan figuras humanas, cráneos o sirenas. “Cada pieza me sugiere la siguiente. La inspiración no se acaba”, afirma Arzuaga, que apunta que “por suerte, el tiempo aquí parece infinito”.

Aunque algunas de sus obras surgen por pura inspiración, la mayoría se hacen por encargo. Su clientela, distribuida en países como Estados Unidos, Alemania o China, valora no solo la belleza de las pipas, sino su perfecta funcionalidad. “Cada pieza tiene un destinatario que la compra, la mantiene y la entiende. Eso marca la diferencia”, destaca. En una ocasión, subastó en Shanghái una de sus creaciones y destinó la recaudación a un hogar de ancianos. Arzuaga defiende que fumar en pipa no es un hábito tan dañino como los cigarrillos, “siempre que se haga con moderación”. “No se inhala el humo, y el proceso es casi ritual”, explica, aclarando que más que fumador es un usuario “ocasional y pasional”, motivado por poder testear sus creaciones. Su taller de Vilaller se ha convertido también en un espacio de aprendizaje para su hija, que empieza ahora a interesarse por su pasión. “Es uno de los regalos más grandes que me ha dado la vida”, confiesa.

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