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Poner orden a la felicidad

El desorden no es un defecto es el resultado de la incapacidad de tomar decisiones cuando toca. Reconocer qué queremos y qué nos sobra. Esta somatización en el espacio que habitamos ha hecho que proliferen técnicas para arreglar la casa, es decir, nuestra vida. También ha traído hasta Lleida a los profesionales de la orden, que ya hace años que existen en los EE.UU.

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Se hace cuesta arriba, sí, pero una vez ya has pasado dos o tres horas haciéndolo, abres la puerta y lo ves todo allí, tan bien puesto, que es inevitable sentir placer, una satisfacción tan grande que incluso parece que te ensancha los pulmones. Con el armario bien organizado, uno respira mejor. No es facil de decir, o reconocer, cuando te has pasado la semana anterior quejándote porque tendrías que dedicar la mañana del próximo domingo a hacer el cambio de armario, pero al final, cuando ya está todo organizado, se siente la paz. Eso tiene una explicación psicológica y emocional. La misma que lleva a algunas personas a cambiar de sitio los muebles de la casa o a limpiar, incluso de manera compulsiva, cuando están angustiadas o preocupadas. “El orden o el desorden del espacio en el cual habitamos es un reflejo de nuestra vida interior. Se podría resumir que la orden va directamente relacionado con la capacidad de tomar decisiones. Qué volamos, qué necesitamos y qué nos sobra” en casa, pero también a nuestra vida, explica María Gallay, a la primera profesional de la orden de que hubo en España (ved la entrevista). Es por eso que las habitaciones de los niños y los adolescentes acostumbran a estar siempre desarregladas, porque todavía no han pasado por el proceso de saber qué quieren a la vida.

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Una nueva profesión

Aunque el cambio de armarios es una tarea cíclica, pueden hacerla más ligera este otoño contratante los servicios de una organizadora profesional. Es una de aquellas profesiones que en los Estados Unidos existe desde hace años y años pero que nada más se empieza a implantar ahora en España, a raíz del best-seller de la gurú de la orden, la japonesa Marie Kondo. Su libro La magia del orden ha vendido más de cinco millones de ejemplares en el mundo y se ha traducido a 40 idiomas. Su sistema de organización KonMari se basa al ligar la orden de casa con el equilibrio interior de las personas en que lo habitan y propone tratar los objetos como si tuvieran alma. “Es un sistema inspirado en la cultura japonesa. Han venido clientes desesperados porque habían empezado a hacer el método KonMari y solamente habían conseguido más caos todavía”, dice María Gallay. Se refiere a la propuesta de la japonesa de atacar la casa entera para poner orden de golpe en todo. Tanto María Gallay como la Cloti Martínez, organizadora profesional de Barcelona que justo acaba de publicar el libro ReorganizArte, alertan del peligro de no ser realistas y fijarse objetivos que no podemos asumir. Es decir, si tenemos una hora, más vale proponerse arreglar un cajón que aventurarse a hacer todo el armario. Es fundamental que al final de la tarea de arreglar uno se sienta feliz y contento. Si nos quedan más cosas por el medio de las que teníamos al principio, será angustiante y contraproducente. De la maeixa manera que necesitamos la ayuda de profesionales para afrontar situaciones que nos desbordan a la vida, por un precio que oscila entre 20 y 50 euros la hora, podemos dejar momentáneamente la organización del caos en manos de una profesional del orden. Mayoritariamente, son mujeres, aunque en Barcelona siempre se reivindica Albert Andrés de Organizarse.es.

En Lleida no hay (todavía) nadie que se dedique a establecer sistemas de organización en casa o en la empresa, pero sí en los armarios. La asesora de imagen personal Zuleika Rodríguez trabaja para clientes que quieren optimizar tiempo y dinero y tener aquella ropa que realmente necesitan. “La imagen es importante, pero es secundaria. Es decir, no nos tiene que sacar mucho tiempo de nuestro día a día, por eso es importante tener una buena organización y previsión de lo que tenemos en el armario.” Como pasa con la organización de la casa, la Zuleika explica que “cada armario es un mundo. Hay tantas maneras de organizar un armario como tipo de personas. Por eso es importante mantener una entrevista previa con la cliente con el fin de averiguar lo que le va mejor. Yo siempre digo que nos hacen conocedores de las intimidades, de los miedos y debilidades”. Los armarios hablan de nuestra manera de ser.

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¿Cambio de armarios, sí o no?

La Zuleika lo tiene claro. El fondo de armario se tendría que hacer cada temporada pero se tendría que hacer un mantenimiento semanal. Sí, han leído bien: semanal. “Hay poca gente que tenga el espacio como para tener un armario de verano y uno de invierno”, dice, y continúa, “por eso diría que nos hay que hacer el cambio de armarios. Pero no se nos tiene que hacer cuesta arriba si hemos ido haciendo un mantenimiento”.

Nadie nos enseña a ordenar, no hay una cultura del orden. Por eso imitamos lo que hemos visto hacer en casa, un sistema que a menudo hemos cuestionado de adolescentes. La Cloti Martínez dice a su libro que “la organización de espacios y el orden, aunque se pueden extrapolar generalizaciones, (y paso de generación en generación, como pasa con cómo doblamos las sábanas y las toallas) es algo muy personal e individualizado [sic]. Lo que vale para mí no tiene por qué serte útil a ti”. Precisamente, la Zuleika nos explica que ha habido familias que lo han contratado para trabajar con sus hijas adolescentes. “Es un momento de cambios, de indecisiones y puede ser útil el asesoramiento de imagen y que una profesional estructure la ropa del armario. Todos sabemos que a la adolescencia nos es difícil ponernos de acuerdo con nuestros padres, pero si te lo dice alguien de fuera, y más si es un profesional del sector, te lo escuchas de diferente manera”, explica. ¿Cuál es la clave para tener bien organizado el armario? No acumular por si acaso y tener diferentes códigos de vestuario: trabajo, deporte y ocio diurno y nocturno,” finaliza la Zuleika.

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Vivir en el minimalismo

El orden, ligado a la capacidad de tomar decisiones y descartar todo aquello que no nos hace feliz, ha creado una manera de vivir en Japón: el minimalismo. Se trata de personas, generalmente con un alto poder adquisitivo, que no acumulan y se quedan con lo que realmente necesitan. Así, hay que viven con lo que cabe en un solo armario. Defienden que teniendo el mínimo invierten menos tiempo y dinero en comprar, a seguir tendencias, y, en consecuencia, tienen más tiempo y dinero para disfrutar con los amigos, la familia y viajar. Una filosofía de vida inspirada en el budismo que implica un alto conocimiento de sí mismo.

Claves para poner orden

  • Decidirse: Aunque pueda parecer poca cosa, tomar la decisión de arreglar y organizar tu casa, una habitación o un cajón ya es muy importante. Arreglar tu entorno es el primer paso para poner orden a tu vida y no todo el mundo está preparado. Uno se da cuenta de que no es el momento idóneo porque se entretiene y se detiene ante cada cosa, siendo incapaz de decidir si se tiene que desprender.
  • Eliminar: El primer paso, antes de arreglar y organizar cualquier espacio es eliminar. Se tiene que entender la acción de eliminar en positivo. Pensamos en lo que nos queremos quedar, no en lo que rechazamos. Por facilitarlo, se puede empezar por aquello que nos importa menos.
  • Clasificar: Tanto si hablamos de la ropa del armario como de cualquier espacio. Las profesionales de la orden proponen hacer tres montones: lo que no queremos, lo que queremos y las indecisiones. Posponemos las decisiones difíciles para el final y si no lo vemos claro podemos hacer una caja con las pendientes.
  • Organizar: Arreglar no es el mismo que organizar. Cada uno tiene unas rutinas, una manera de ser y de pensar. Por eso los sistemas de organización perfectos son los que resultan efectivos a cada uno. Nos tiene que ahorrar tiempo (tanto para encontrar las cosas como para mantenerlas arregladas).
  • Mantenimiento: Para no acumular, pregúntate si aquello que quieres guardar tiene utilidad a tu vida. Si aquel objeto te hace feliz o te gusta mirarlo. Las cosas ocupan espacio y tienen un peso físico y anímico, sentimental, mental y espiritual.

María Gallay Organizadora profesional “El orden es universal, pero la organización habla idiomas” De pequeña jugaba a arreglar y de adolescente no podía evitar organizar el caos de las habitaciones de sus amigas. María Gallay, una argentina con raíces leridanas que vive en Madrid, es organizadora profesional. ¿Quién necesita a una organizadora profesional? ¡Mucha gente! Parejas que se divorcian y quieren que alguien les organice el reparto de las cosas. Familias que se engalanan, una oportunidad para hacer limpio y empezar de nuevo, psicólogos y psiquiatras me contratan para poner orden en casas de pacientes con síndrome de Diógenes, para ponerte algunos ejemplos. ¿Actualmente parece que es una profesión de moda, cómo y cuándo empezó Usted? Yo hice Publicidad y me dediqué hasta que fui madre, cuando decidí buscar un trabajo que me ayudara a conciliar. Una amiga me explicó que en Nueva York había organizadores profesionales y cuando me puse a investigar me emocioné: ¡era yo! Entonces no existían en España y toda la formación la hice online en los EE.UU. Ahora mismo hay unos 40 organizadores profesionales, existe la Asociación de Organizadores Profesionales Española (AOPE) y cada día recibo llamadas de gente que se quiere dedicar. ¿De dónde le viene su gusto para el orden? ¿O diría obsesión? ¡Arreglar y organizar me relaja, aunque puedo estar en un espacio desarreglado, poco tiempo, por eso! Diría que me viene de mis abuelos maternos. Éramos muchos en casa y eso requería un buen sistema de organización. Los domingos hacían comidas familiares con más de 30 personas. El abuelo guardaba las sillas colgadas en el techo del porche, una técnica que he descubierto después de que es propia de los amish. ¿Cada cultura tiene su concepto y técnicas de orden? Aunque la universalidad del orden reside que tiene que ser efectivo y hacer que las cosas trabajen para ti y no a la inversa, el sistema organizativo va sujeto a la funcionalidad y esta depende también en parte de las costumbres y la cultura. La orden es universal pero la organización habla idiomas.

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