SEGRE

La Fábrica, 60 años de San Miguel

El año 1949, Miguel Vidal, que tenía una maltería en la Segarra, habla con su amigo Jordi Moragas de levantar una cervecería en Lleida, una ciudad bien comunicada y con un agua excepcional. Los empresarios Enrique Suárez y Antonio Zuloaga creen en ello y viajan hasta Filipinas para convencer a Andrés Soriano, que produce la cerveza San Miguel en Manila desde finales del siglo XIX. El agua del Segre hace la magia y se construye “la fábrica” de Lleida en 1957, ahora hace 60 años.

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"He bebido más cerveza que leche. Para mí, San Miguel es todas las mañanas de mi vida”, dice Carlos Albertín, que ahora es director del área internacional de San Miguel en Lleida, pero que empezó hace cuarenta años, con quince, haciendo de botones, repartiendo el correo y llevando los cafés. Se emociona y no se lo esperaba. Cambia la postura de piernas cruzadas y las relaja para secarse las lágrimas. San Miguel le permitió estudiar Económicas e idiomas, eso sí, sacrificándose bastante. “No salía ni jugaba al fútbol en la calle; mis novias, incluso, eran de San Miguel”, recuerda.

EXTRABAJADORES. Lluís Marco, Julián Trinidad, Sebastián Justicia y Ramon Martí brindando con San Miguel el día del reencuentro

Este año, la fábrica San Miguel de Lleida cumple sesenta años, y en estas seis décadas han cambiado muchas cosas, pero hay un denominador común: el espíritu innovador, la vocación internacional y la apuesta por un trabajador en constante formación y promoción dentro de “la Santa Casa”. Así es como la llama Ramon Martí, uno de los cuatro jubilados que hemos citado en la fábrica para conocer como era San Miguel en sus inicios, aquello que no vemos ahora. Ramon entró el año 1977 a trabajar en el taller de carretillas, un lugar que ya no existe, ya que, tal como le dijeron, “tener las carretillas les costaba 15 millones de pesetas al año, y alquilarlas, 12, de manera que pasé a otro departamento”, recuerda Ramon, que hasta que consiguió entrar en la fábrica tuvo que hacer tres temporadas de verano en carga y descarga. A él le costó, pero no tanto a Julián Trinidad, El Trini, que empezó sin preveerlo cuatro años antes. “Vine al polígono a pedir trabajo, tenía previsto ir a las empresas que había más arriba, pero ya estaba cansado de andar y fui a la portería de San Miguel, donde estaba Conrado, amigo de la familia Suárez, una de las fundadoras, y pregunté si había trabajo. Me dijo que ya podía entrar y empezar”.

Eran las dos de la tarde y a Julián sólo se le ocurrió pedir una hora de margen para ir a casa andando por las vías del tren y coger un bocadillo y cambiarse de ropa. “Cuando empecé, cada año se doblaba la producción. Muchísima gente de Lleida y los pueblos venían a pedir trabajo a San Miguel”, explica, y empezó en la brigada ambulante, donde hacía un poco de todo.

CAMIONES. Uno de los primeros camiones de reparto, 1958

En los años 60, 70 y principios de los 80, ser trabajador de “la fábrica” de Lleida (era la primera gran empresa agroalimentaria, hecho por el cual se ganó este título) comportaba unas grandes ventajas: las tiendas de electrodomésticos les fiaban porque sabían que cobrarían seguro, tenían seguro médico y cobraban un sueldo más que digno con dieciséis pagas, lo cual suponía estabilidad para la familia.

VISITA. Sebastià, Julián, Lluís y Ramon durante la visita a la fábrica San Miguel

Además, como explica Carlos Albertín y lo hace también Lluís Marco, la empresa proporcionaba, y todavía lo hace ahora, formación a los trabajadores. Lluís es ingeniero químico y, como responsable de la maltería, era uno de los jefes de Ramon, Julián y Sebastián Justicia, el último en entrar al grupo de cuatro extrabajadores que nos acompañan en la visita a la fábrica.

Hacía dos años que había nacido mi hija y me enviaron a Alemania a hacer estudios de maestro cervecero. Fue duro, no sólo porque supuso no ver a mi hija en prácticamente un año, sino también porque, aunque yo había sido estudiante de alemán en la Escuela Oficial de Idiomas e, incluso, había pasado una temporada en Colonia, cuando hacía seis meses que estaba en Berlín, vino a clase un abogado para hacer unas prácticas y, tan pronto como acabó, le pregunté a mi compañero si sabía en qué idioma hablaba. Allí se me cayó el pelo que me falta y perdí ocho kilos en una semana, que sí que recuperé. Ahora bien, después de la experiencia, me sirvió, y de mucho, en mi día a día de vuelta a Lleida.

Lluís usó después el alemán para hablar por teléfono con clientes de aquel país. En este sentido, hay que destacar que el centro San Miguel de Lleida es el principal exportador de cerveza de las ocho fábricas que tiene Mahou San Miguel (siete en España y una en la India). El agua del río Segre con la que se elabora la cerveza San Miguel, y que convenció hace sesenta años al propietario de la fábrica de cerveza del barrio San Miguel de Manila para invertir un millón de pesetas en la construcción de la planta de Lleida que producía con malta de la Segarra, viaja hoy hasta setenta países, toda una proeza a la que el director general de Lleida, Manuel Heredia, quita importancia para centrarse en los ciento treinta países que les quedan por conquistar.

REENCUENTRO. Ramon y el Julián saludando a sus excompañeros

De la manos de Lluís, Ramon, Julián y Sebastián, hacemos una visita a las instalaciones actuales. Van parando por el camino a saludar excompañeros. Con algunos todavía tienen relación, a través de los grupos de deportes y ocio que se crearon por generación espontánea entre los trabajadores de San Miguel y que todavía siguen: fútbol, tenis, esquí, ajedrez, motos... Entramos en la primera sala de producción y hay silencio y un fuerte olor de lúpulo. “Aquí, donde hoy no hay nadie, cuando yo trabajaba, había un centenar de personas haciendo las mezclas y la cocción de forma manual”, dice Ramon. En una parte de la sala, hay un habitáculo cerrado lleno de ordenadores supervisados por cinco personas. “El proceso está automatizado, y eso es garantía de calidad. Antes se dependía de la mano del trabajador y les insistíamos en que si se equivocaban de medidas, nos lo dijeran para tirar la producción”, dice Lluís. El envasado también se ha mejorado.

“Cuando entramos, las botellas eran retornables y el cristal estaba gravado con la marca. De forma que había un centenar de mujeres que se dedicaban a separar las de cada marca de cerveza y un camión las llevaba allí donde tocaba. Costaba mucho dinero, de forma que todas las cerveceras españolas llegaron a un pacto para hacer la misma botella. Ahora, cuando nos llegan las de los bares, las únicas que no son de un solo uso, sólo hace falta sacar la etiqueta y limpiarlas”, dicen Ramon y Lluís.

Para visitar toda la fábrica, hay que cruzar un semáforo. Desconocemos si es la única empresa cortada por la vía de un polígono, pero Heredia nos confirma que es la única que conduce cerveza por debajo de una carretera. En la zona donde se envasa, hay una sala donde empiezan las visitas. Entrar asegura un viaje en el tiempo en que la imaginación no tiene que trabajar mucho, visto el espectacular decorado que reproduce el puerto de Barcelona en 1956, desde donde partió el Esperanza hacia Manila para coger la levadura de San Miguel, el secreto mejor guardado.

FÁBRICA. Una vista de la fábrica de Lleida el año 1957

SABÍAS QUE...

  • Las cañerías de cerveza pasan por debajo de la carretera del polígono: Cuando se construyó la fábrica, no era ni un polígono, de manera que, cuando el ayuntamiento lo decidió, planificó una carretera partiendo San Miguel, que optó por soterrar las cañerías de cerveza para pasarlas al otro lado para envasar.
  • El nombre San Miguel no tiene nada que ver con la Feria de Sant Miquel de Lleida: Es pura coincidencia. Se llama así en honor del barrio San Miguel de Manila, donde surgió la cerveza que dio pie a San Miguel España, y que nació en Lleida.
  • El agua del río Segre viajó hasta Filipinas: Los señores Suárez y Zuloaga viajaron a Manila el año 1953 con un baúl lleno de agua del río Segre para convencer al propietario de San Miguel de producir cerveza en Lleida con malta de la Segarra. El agua del río convenció a Andrés Soriano y les dio el millón de pesetas necesario para abrir.
  • Produce quince veces la población de España: La planta de Lleida es el segundo centro en producción de los ocho que tiene Mahou San Miguel. Produce dos millones de hectolitros al año, 600 millones de latas o botellas.

MANUEL HEREDIA DIRECTOR DE LA FÁBRICA SAN MIGUEL DE LLEIDA “Hemos pasado de una a 800 referencias de cerveza en 60 años” Manuel Heredia es de Tenerife y vino hace cuatro años a Lleida, donde dirige la fábrica San Miguel. Habla con cariño. Conocía de antes las particularidades de la planta de nuestra casa y ahora que está aquí ha comprobado que es única y tiene bastante planes para ella. ¿Qué hace especial la fábrica de Lleida en comparación con las siete más que tiene San Miguel en el mundo? Fue la primera fábrica y la que marcó la vocación de innovación e internacionalización que tiene hoy en día San Miguel. El departamento d'R+D+I está centralizado en Lleida, es decir, los nuevos productos y todas las mejoras nacen aquí. El centro de Lleida es el segundo en producción, con dos millones de hectolitros al año. Y más allá de las cifras está la relación y la identificación con la población. San Miguel está muy implicada en la sociedad leridana, cosa que no pasa en otros centros, y eso nos da un plus de responsabilidad. ¿Cómo han cambiado la cerveza, el mercado y el cliente en estos 60 años? La cerveza es un producto vivo. Hemos pasado de una cerveza a tener 800 referencias en un mercado protagonizado por un cliente que quiere ser sorprendido continuamente.

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