SEGRE

COMERCIO

El final amargo de una histórica panadería de Lleida: dos jóvenes barceloneses, obligados a cerrar el negocio por problemas con el antiguo dueño y vecinos

Sus ‘panellets’ están reconocidos como de los mejores de Catalunya

Lydia y Adrià, en la panadería Pont de Sucre de la calle Riu Ebre. - SCD

Lydia y Adrià, en la panadería Pont de Sucre de la calle Riu Ebre. - SCD

Santi Costa Domingo
Publicado por

Creado:

Actualizado:

En:

Adrià y Lydia son dos jóvenes de Badalona y Vic que abrieron en octubre de 2024 'Pont de Sucre', una panadería que tomaba el relevo de la panadería Águila, situada en el número 4 de la calle Riu Ebre de Lleida, cuyos responsables se jubilaban tras 43 años. Una aventura que empezaron con ilusión y con la dedicación y la calidad como sus señas de identidad, pero los incumplimientos de contrato de su antiguo propietario y un conflicto vecinal interminable les ha obligado a tirar la toalla pese a recibir varios reconocimientos, entre los que destaca hacer uno de los 35 mejores panellets de piñones de Catalunya.

Vinimos a Lleida y vimos la oportunidad de seguir el negocio de la Panadería Águila. Tras trabajar unos meses con ellos firmamos un contrato de traspaso en el que había una cláusula que decía que, si en los primeros 3 meses alguna de las máquinas presentaban problemas, Amador, el antiguo panadero, se debía hacer cargo”, explican Adrià y Lydia. Sin embargo, “de un día para otro Amador despareció y nuestra abogada nos decía que no tenía patrimonio a su nombre, por lo que no le podíamos reclamar nada”. 

Un hecho al que se sumó a que días después de abrir la panadería, un vecino de su bloque se quejó de los ruidos de sus máquinas. “Nos aseguró que había denunciado varias veces al antiguo negocio, aunque ni él ni el ayuntamiento tenían las denuncias, pero no queríamos causar problemas y cambiamos un extractor, un compresor de la nevera, insonorizamos los motores e incluso cambiamos nuestros horarios para trabajar por la tarde en vez de por la noche”, dicen los jóvenes. 

A pesar de hacer estas actuaciones en 4 meses, el vecino siguió quejándose por ruidos. “Nos denunció a Inspección de Trabajo, que nos obligó a renovar la instalación eléctrica, y luego a la Guardia Urbana por ruidos e hicieron sonometrías por la tarde, cuando teníamos encendida la única máquina que hacía ruido y vieron que superaba el límite medio de decibelios permitido porque da a una habitación. Nos hemos gastado todos nuestros ahorros, solicitado un crédito e invertidos más de 85.000 euros en mejoras y lo que falta por pagar del traspaso y, pese a que hemos trabajado mucho y se ha reconocido nuestro trabajo, al final hemos dicho basta, no podemos seguir así”, lamentan los jóvenes. “No nos han parado de machacar y por ahora no podemos invertir en ningún otro lado”, concluyen.

Titulars del dia

* camp requerit
Subscriu-te a la newsletter de SEGRE
tracking