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El rey apela al espíritu de la transición

Llama al diálogo en su discurso de Navidad. Afirma que el bagaje acumulado en 50 años de democracia enseña el camino a seguir a partir de los “propósitos compartidos” en la Constitución

Visita a Guadalupe que compartió la Casa Real para ilustrar el discurso del Rey. - CASA REAL

Visita a Guadalupe que compartió la Casa Real para ilustrar el discurso del Rey. - CASA REAL

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El rey apeló al espíritu de la transición ayer en su tradicional discurso de Navidad. Animó a incidir en el diálogo y a seguir el camino recorrido en 50 años de democracia para compartir los valores que recoge la Constitución. El monarca dijo que la transición “fue, ante todo, un ejercicio colectivo de responsabilidad”, y añadió que “surgió de la voluntad compartida de construir un futuro de libertades basado en el diálogo. Quienes encauzaron aquel proceso lograron que finalmente el pueblo español en su conjunto fuera el verdadero protagonista de su futuro y asumiera plenamente su poder soberano”. En opinión del rey, el camino recorrido por los protagonistas de aquella transición fue un “coraje” que constituye “una de las lecciones más valiosas que nos enseñaron”. “Fruto de aquel impulso fue nuestra Constitución de 1978, el conjunto de propósitos compartidos sobre el que se edifica nuestro presente y nuestro vivir juntos, un marco lo bastante amplio para que cupiéramos todos, toda nuestra diversidad”, reza el discurso. “Nuestra incorporación al proceso de integración europeo fue el otro paso decisivo, ilusionante y movilizador. Y también fue el resultado de un compromiso colectivo: el de un país que quería cerrar una etapa marcada por un prolongado distanciamiento de una Europa con la que compartimos principios y valores y un proyecto común de futuro. Europa no sólo trajo modernización y progreso económico y social: afianzó nuestras libertades democráticas”. El “prolongado distanciamiento de Europa” es una de los puyas que el rey dirige en su discurso al régimen franquista, aunque de forma velada y sin citarlo en ningún momento. Más adelante afirma: “Los extremismos, los radicalismos y los populismos se nutren de la falta de confianza, de la desinformación, de las desigualdades, del desencanto con el presente y de las dudas sobre cómo abordar el futuro. No basta con recordar que nosotros ya hemos estado ahí, que ese capítulo de la historia ya lo conocemos y que tuvo consecuencias funestas. Nos corresponde a todos preservar la confianza en nuestra convivencia democrática. Preguntémonos, sin mirar a nadie, sin buscar responsabilidades ajenas: ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros para fortalecer esa convivencia? ¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?”. Estas palabras del rey se producen en un momento en el que un buen porcentaje de las generaciones más jóvenes no se han mostrado reacias a un régimen dictatorial como lo fue el franquista, y en un momento, también, en el que los partidos de ultraderecha tienen cada vez más presencia en muchos países de Occidente, también en España.

“Nuestra sociedad está forjada por generaciones que recuerdan la Transición y por otras que no la vivieron y que han nacido y crecido en democracia y libertad. Generaciones de mayores que han visto cambiar España como nunca antes en nuestra historia; generaciones de adultos que concilian, con gran esfuerzo, responsabilidades laborales, familiares y personales; y generaciones de jóvenes que afrontan ahora nuevas dificultades con iniciativa y compromiso. Todas son necesarias para avanzar de forma justa y cohesionada. Y a todas ellas me dirijo”, afirma. Y advierte: “Vivimos tiempos ciertamente exigentes. Muchos ciudadanos sienten que el aumento del coste de la vida limita sus opciones de progreso; que el acceso a la vivienda es un obstáculo para los proyectos de tantos jóvenes; que la velocidad de los avances tecnológicos genera incertidumbre laboral; o que los fenómenos climáticos son un condicionante cada vez mayor y en ocasiones trágico. Tenemos muchos desafíos… Y los ciudadanos también perciben que la tensión en el debate público provoca hastío, desencanto y desafección. Realidades, todas ellas, que no se resuelven ni con retórica ni con voluntarismo”, explica.Y concluye: “Somos un gran país. Creo que el mundo necesita —más que nunca— de nuestra sensibilidad”.

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