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A partir de 2040 no se podrán matricular en España turismos o furgonetas que emitan dióxido de carbono, es decir, todos los movidos por combustión con combustibles fósiles, y a partir de 2050, el objetivo es prohibir la circulación de estos vehículos por ciudades y carreteras, según el borrador de la ley de cambio climático y transición energética que el Gobierno de Pedro Sánchez quiere aprobar antes de fin de año. El veto de matriculación y circulación con diez años de margen afectará los vehículos diésel y los de gasolina, pero también los híbridos e incluso los movidos por gas natural, de forma que solo los eléctricos, los movidos por hidrógeno o por cualquier otra tecnología cien por cien limpia podrán circular, siguiendo el ejemplo marcado por Francia, que también prohibirá la venta de estos coches en 2040 y un paso por detrás de Dinamarca, Irlanda, Alemania y Holanda que lo quieren hacer diez años antes. Es la consecuencia de los llamados acuerdos de París, por los que los países se comprometieron a alcanzar cero emisiones de CO

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, que provoca el efecto invernadero, en la segunda mitad del siglo para evitar que el aumento de las temperaturas en el planeta supere dos grados. Objetivo plausible que compartimos todos pero por el que hasta ahora se ha trabajado poco como muestra que, en el 2030, el 70 por ciento de la energía tiene que ser de origen renovable, algo en lo que no se ha avanzado nada en los seis años de gobierno del PP, para llegar al cien por cien en 2050 habiendo eliminado toda la de origen nuclear. ¿Se podrán cumplir estos compromisos? Tendrán que pronunciarse los técnicos, pero de momento se antoja complicado porque, hasta ahora, se ha avanzado poco y los costes parecen importantes. Por ejemplo, Noruega, que quiere suprimir los vehículos de combustión fósil dentro de siete años, en 2025, sólo tiene un 30 por ciento de vehículos eléctricos en su parque móvil. Y es el más avanzado porque este porcentaje en España de momento es muy pequeño, en 2017 del 1.250.000 de coches vendidos, solo diez mil eran eléctricos y muy pocos adquiridos por particulares. Habrá que ver cómo reaccionan los grandes fabricantes y las empresas vinculadas a los combustibles fósiles, pero será imprescindible un proceso de negociación, de adaptación de las trece plantas de automóviles, de desarrollo tecnológico y también de abaratar los costes. De momento, ya hay calendario.

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