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El próximo domingo vascos y gallegos votarán para elegir los parlamentos que, a su vez, elijan a quienes les presidirán los próximos cuatro años. Pero según la versión extendida por periodistas, sociólogos, fontaneros de los partidos y opinadores de todo tipo, estos resultados locales determinarán también el futuro de la investidura nacional que lleva nueve meses en el aire. Así, estos comicios serían una especie de segunda vuelta de las segundas elecciones generales o una suerte de primarias para las que puedan celebrarse en diciembre. Esta versión es un absurdo en sí misma y además, creo, una falta de respeto hacia los ciudadanos de estas comunidades, que bastante tienen con dilucidar su futuro y deberían hacerlo sin interferencias, y para los del resto del país que ya hemos expresado dos veces nuestra voluntad en las urnas sin que los elegidos sean capaces de traducirla en un acuerdo de gobierno.

Aún estamos en plazo para que esta situación se desatasque. Pero visto lo visto, parece que estamos abocados a repetir elecciones. El presidente en funciones, Mariano Rajoy, ya lo ha sentenciado con un elocuente “si hay que ir, se va”. Y ha pronosticado que la repetición será favorable para los intereses de su partido, que crecerá en número de votos según su opinión. Es verdad que Rajoy es el único de los líderes de los cuatro grandes partidos que puede presumir de haber mejorado sus resultados en las elecciones de junio. Pero también carga con el lastre de haber dinamitado una mayoría absoluta y de que los escaños obtenidos no le proporcionan la mayoría suficiente para ser investido, de la misma manera que los de los demás no sirven para configurar una mayoría alternativa. Parece que no acaban de entender que en una democracia, sin mayorías absolutas, los votos no son suficientes si no se hace política. Y la irrupción de partidos que han roto décadas de asentado bipartidismo parece indicar que ese camino no tiene marcha atrás. Supongo que más tarde o más temprano tendremos presidente de gobierno, aunque sea por aburrimiento. Pero previendo situaciones futuras quizá convendría que el próximo parlamento haga las modificaciones legales pertinentes que eviten que un gobierno en funciones pueda eternizarse elección tras elección.

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