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Advierto de que el titular de este comentario nada tiene que ver con las acusaciones contra Pedro Sánchez, irreflexivas a mi juicio, de intentar suplantar al rey, incluso de ocupar su puesto. Si Sánchez hubiese querido de veras acabar con la actual forma del Estado, quizá lo hubiese logrado. Ni lo ha intentado ni ha pretendido, a mi juicio, minimizar la presencia pública del jefe del Estado. Otra cosa es que la totalidad de las fuerzas que apoyarán al PSOE en la investidura de Sánchez sea de orientación republicana, en algún caso de manera casi furibunda.Claro, no esperen que Felipe VI haya salido muy contento de su encuentro, más que protocolario, con Sánchez. Un encuentro cuyos detalles más interesantes jamás conoceremos, claro. Pero que ha concluido con el encargo del rey a Sánchez para que trate de formar gobierno, algo que Sánchez pareció este martes seguro de lograr. Pero ya digo: quedan muchos flecos sobre temas espinosos y candentes, desde la amnistía hasta la consulta secesionista, pasando por la financiación de la autonomía catalana, etc. No dio muchos detalles Sánchez al respecto, la verdad.Así, Felipe VI y Pedro Sánchez se han constituido, les guste o no, en dos personajes de algún modo asociados. No sé si su relación es tan buena como la de Juan Carlos I con Adolfo Suárez, o tan mala como la de Aznar también con el emérito, o tan líquida como la de Rajoy, que rechazó el encargo de Felipe VI de someterse a una investidura que daba por perdida. Sé que a Sánchez le conviene que el imperturbable Felipe VI –la procesión va por dentro: no hay más que ver lo que el Rey ha envejecido desde su célebre discurso el 3 de octubre de 2017– se mantenga en el puesto: las revoluciones, con gaseosa. No estoy tan seguro de que a Felipe VI le convenga tanto que Pedro Sánchez y su entorno Frankenstein, donde anidan varios proyectos republicanos y plurinacionales dentro de la nación, sigan habitando o sobrevolando la Moncloa. De momento, la verdad es que apoyos atados, lo que se dice atados, no parece tener ni el de Yolanda Díaz, por una cuestión, diría yo, de un quítame allá -o ponme- un par de ministerios. Los demás, ya conoce usted qué exigencias tienen: más complicadas de cumplir que mantener a Ione Belarra de ministra. Pero Sánchez, en su línea, no parece titubear sobre el resultado final: está seguro de que permanecerá en la Moncloa.

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