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Jorge Javier con Spiriman.

Jorge Javier con Spiriman.SEGRE

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En casa Sálvame sí saben aplicar aquella máxima que declaraba, como intención de principios, el suboficial Tom Highway (Clint Eastwood) en El sargento de hierro sobre cual era la filosofía del verdadero marine: “Adaptarse, improvisar y dar por el culo al enemigo.” Con la crisis del Covid-19 se han superado a si mismos. Desde la aplicación del estado de alarma han sabido, sin renunciar a sus principios (llegar al entretenimiento, y por ende a la audiencia, a través de la polémica) combinar el show con un nuevo estatus, desconocido hasta ahora para ellos, como es el del servicio público. Y les va bien. No bajan de los 2,7 millones de espectadores, de lunes a viernes, durante las cinco horas de programa. No hay público, pero mantienen a los colaboradores en plató y los alternan con supuestos expertos que, con un lenguaje de lo más llano, instruyen al personal sobre lo que hay que hacer durante el confinamiento. Y mientras se dan entre ellos, descubren filones como el doctor Jesús Candel (Spiriman, en las redes sociales), del Hospital de Granada, con quien se tiran los trastos a la cabeza.

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