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EEUU y la UE se desconectan

Profesor de ESADE Law School

EEUU y la UE se desconectan

EEUU y la UE se desconectan

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El año 2016 estuvo repleto de inesperados acontecimientos políticos y económicos. El Brexit, votado por referéndum el 23 de junio, podría terminar con 43 años del Reino Unido en la UE. Después llegó la elección del impredecible Donald Trump, que presidirá EEUU a partir del 20 de enero de 2017. Se confirmó el retorno militar de Rusia que, tras anexionarse Crimea en mayo de 2014, volvió a demostrar su capacidad para intervenir y cambiar el curso del sangriento conflicto sirio apuntalando al régimen autoritario de Bachar Al-Assad y sustituyendo a EEUU como potencia de referencia en Oriente Medio. Finalmente, China aprovechará las incertidumbres geoestratégicas de EEUU para reforzar su poder político y económico en Asia-Pacífico. Unos cambios que ocurren cuando la UE-28 sigue agobiada y demasiado desunida para afrontar unos riesgos políticos y económicos que se acrecentarán en 2017. Su posición internacional se va debilitando a los ojos de las demás regiones y países emergentes del mundo. El orden internacional establecido en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, se asentaba básicamente en la fortaleza de las estrechas relaciones transatlánticas entre EEUU y Europa. La caída del muro de Berlín en 1989 y el brusco colapso de la URSS en 1991 parecían confirmar una expansión mundial de las instituciones democráticas. Pero la UE no supo aprovechar una oportunidad única para integrarse también políticamente. Se amplió hasta sumar 28 miembros pero sin profundizar ni lograr el funcionamiento más democrático y transparente de sus instituciones. Hoy ya es tarde tras el Brexit. Y en un mundo manejado por Donald Trump, Xi Jinping y Vladímir Putin que priorizarán sus intereses estatales, no cabe esperar nada bueno para la titubeante y envejecida Europa. Aquellos tres intentarán repartirse el mundo en zonas de mayor o menor influencia política y económica, acabando con lo que queda del multilateralismo y de los ideales de una gobernanza mundial defensora de los Bienes Públicos Globales. Habrá que ver si y cómo aplican el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, vigente desde el pasado 4 de noviembre.

La falta de entendimiento entre EEUU y la UE se confirmó en el ámbito comercial con el fracaso de las negociaciones del Acuerdo Transatlántico (TTIP), contestado en ambas orillas del Atlántico. El año 2017 empieza con otra desconexión entre las políticas económicas y monetarias de los dos bloques. La Reserva Federal de EEUU (FED) decidió el pasado 14 de diciembre situar los tipos de interés en una horquilla entre 0.5% y el 0,75% y Janet Yellen anunció otras posibles tres subidas en 2017 y en 2018. Mientras

Washington

normaliza, tras una década, la política monetaria incrementando gradualmente el precio del dinero, Bruselas intentará seguir manteniéndolo a casi cero. Es el resultado de situaciones divergentes. El PIB y el dólar estadounidenses se disparan con una economía con pleno empleo y con los salarios repuntando. Donald Trump propone, entre otras medidas, bajar impuestos y un relanzamiento presupuestario con grandes inversiones en infraestructuras. La subida de tipos atraerá más capitales a EEUU, incluyendo la repatriación de los beneficios de las empresas multinacionales estadounidenses que Trump pretende repatriar con un marco fiscal más favorable.

En cambio, la zona euro sigue económicamente estancada, con un alto nivel de paro y una divisa común castigada por las incertidumbres financieras que aún sufren varios países del sur europeo que obligan a sus Gobiernos a persistir en el esfuerzo de ajuste presupuestario. Francia no se libra de los problemas con un sector industrial que representa sólo el 10% del PIB. En Alemania alcanza el 23%, es más competitivo, crea más empleo, contribuyendo al 74% de las exportaciones y al 80% del I+D.

Si las divergencias entre EEUU y Europa se agrandan y las disparidades internas dentro de la UE-28 no se corrigen, algunos países de la zona euro sufrirán para financiarse. Los mercados internacionales están interconectados. El Banco Central Europeo no sigue la misma política monetaria que EEUU pero los inversores internacionales presionarán exigiendo más intereses para seguir comprando la deuda europea. La decisión del FED también provocó la caída de la cotización del euro frente al dólar hasta unos niveles que remontan a catorce años atrás. Una bajada que conduce a una paridad dólar-euro que comportará ventajas y desventajas. Un euro débil favorecerá la competitividad de las exportaciones europeas. Pero su impacto positivo será menor del esperado dada la actual atonía del comercio internacional que, según la OMC, se está desacelerando. Además, el dólar fuerte incrementa la factura energética a pagar por los países europeos por sus importaciones energéticas. Favorecerá a los países exportadores de petróleo que se cotiza con la divisa estadounidense pero penalizará a aquellos que padecen déficits estructurales, están endeudados en dólares y pueden afrontar otra fuga de capitales.

El año 2017 se presenta incierto, complejo y volátil. Todos pendientes de qué medidas concretas tomarán Donald Trump y su nuevo equipo a partir del 21 de enero. Y cabrá observar como Xi Jinping reacciona al envite del nuevo presidente estadounidense, proclive a entenderse con Vladimir Putin. También, afrontar los riesgos políticos incrementados por los conflictos internacionales e internos en Oriente Medio, África y otras partes provocados por el terrorismo islamista radical. Y analizar cómo todo ello afectará a la Unión Europea, a sus países, empresas y diversos sectores económicos.

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