SEGRE
Las líneas rojas

Las líneas rojasSEGRE

Creado:

Actualizado:

Pues sí, superada esa debilidad pasajera, Puigdemont parece haber encontrado fuerzas suficientes para promover una idea genial acogida con entusiasmo por JxPuigdemont, para hablar con propiedad. El resto del separatismo, esto es la otra parte de JxCat, ERC y la CUP –que es quien puso a Puigdemont, ¡que no se nos olvide!–, se lo está pensando. El invento consiste en una Presidencia Simbólica para la República Simbólica de Puigdemont en Bruselas y otro President del Govern aquí. La Conselleria d’Exteriors sería para el Partido de Puigdemont, para asegurar la financiación del simbolismo. La portentosa imaginación del separatismo parece haber encontrado otro artificio para continuar el desafío y no le parece un obstáculo insalvable la imposibilidad legal de investir presencialmente al President simbólico. Se le inviste telemáticamente y, como la Ley de Presidencia de la Generalitat no lo permite, se cambia la Ley y, por una vez, no se incumple. Si no le hubiéramos puesto nombres a este desaguisado, estaríamos pensando que el relato se refiere a una república bananera.

Pero no es así, por desgracia. Estamos hablando de Catalunya y venimos de unas Elecciones Autonómicas para elegir un Govern convocadas, precisamente, para sustituir al anterior, que tuvo que ser cesado tras proclamar la República Independiente de Catalunya y perpetrar un auténtico Golpe de Estado que, a diferencia de lo que ocurrió con el cometido en 1934 contra la II República, se ha abortado sin un solo tiro. El bloque separatista que concurrió a las elecciones del 21-D ha ganado en escaños pero no en votos. Es, por tanto, a quien le corresponde elegir un candidato sin ataduras penales.

Es cierto que las instituciones catalanas están paralizadas por la inocultable división interna del separatismo. Con el prófugo y el encarcelado mareando la perdiz y lanzándose el uno contra el otro las 40 monedas de la traición bajo la vigilante mirada de la CUP. Pero no es menos cierto que, a la vista de lo que estamos viendo y las investigaciones jurídicas que ha permitido el Artículo 155, el Govern de Puigdemont y Junqueras quería provocar la confrontación final. El referéndum ilegal y la declaración de independencia eran los instrumentos y la estrategia separatista parece continuar por el mismo camino: volver a las trincheras. En realidad, el choque de trenes ya estaba programado para el final de la hoja de ruta de un procés que se inició hace cinco años con el gran señuelo del Derecho a Decidir; o sea, la Autodeterminación. Catalizado por el caso Palau y el 3%, que en la República Independiente habrían sido rápidamente sepultados, y alimentado por el mito del agravio permanente, el conflicto, la desobediencia y la propaganda. Un ejército de agitadores culturales, sociales y mediáticos camuflado en las entidades obscenamente subvencionadas desde la Generalitat. Hay que reconocer que el trabajo, con la inestimable colaboración de la fábrica de independentistas que son la TV3 y las escuelas, ha sido fecundo. Elevar los apoyos del separatismo irredento desde el 15-20% de hace cinco años al 47,7% de ahora sin que medie ninguna circunstancia objetiva que lo pueda explicar ha sido rentable para la causa, pero también insuficiente. Pero el 6 y 7 de septiembre, el 1 de octubre y, en los días posteriores y con los diferentes actos cometidos desde la ilegalidad para provocar la confrontación, se traspasó la línea roja. Es la que separa el Estado de Derecho del totalitarismo, es la que protege nuestros derechos y libertades y es la que preserva nuestra Democracia. El Estado, el Rey, el Presidente Rajoy, los partidos constitucionalistas y Europa dijeron basta. Y los muchos que fuimos a Barcelona con banderas españolas y senyeres a defender lo que es nuestro: nuestra pertenencia y sentimientos. Nuestra Democracia y nuestro pueblo, que no queremos dividido ni aquí ni en el resto de España.

Fuimos a Barcelona a defender nuestra dignidad y nuestra libertad porque estamos hartos de que, entre vecinos, ya surja el temor propio de otros tiempos de que “las paredes oyen”. Porque no queremos que nunca lleguen aquí, a nuestra querida Catalunya, los años de plomo del País Vasco. Por eso, a Gregorio Ordóñez hay que recordarle siempre; para que nadie, nunca y en ningún sitio tenga miedo de defender la libertad frente a aquellos que, allí entonces y aquí ahora, quieren convertir en Ley su delirio. Para eso están las líneas rojas.

tracking