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Irán, en el punto de mira de EEUU

Profesor de ESADE Business&Law School

Irán, en el punto de mira de EEUU

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Irán celebró el 11 de febrero el 40º aniversario de la revolución de 1979. El régimen pro-occidental de Reza Pahlavi fue derrocado y sustituido por una república islámica controlada férreamente por el clérigo chiíta. El enfrentamiento político con EEUU tuvo su punto álgido con la ocupación y la toma de rehenes en la Embajada estadounidense en Teherán entre noviembre de 1979 y enero de 1981

. Un hecho que llevó Irán a un aislamiento internacional que, en mayor o menor medida, ha durado hasta hoy y ha frenado las grandes potencialidades de desarrollo económico de un país que cobija en su subsuelo unas inmensas reservas de petróleo y gas.

En 1979, el ayatolá Jomeini instauró un régimen teocrático en cuya cúspide se situó como guía y árbitro supremo. Tras su muerte en 1989, el poder pasó a manos del ayatolá Alí Jamenei. A diferencia de las vecinas monarquías árabes sunitas del Golfo, en Irán se celebran elecciones pero los candidatos son previamente seleccionados por un poder que reprime duramente toda oposición que se muestre crítica con el sistema imperante. En política exterior, el régimen iraní es la expresión de una combinación de un nacionalismo y mesianismo revolucionario chiita y una obsesión antiamericana y antiisraelí que alimentaron la ambición de convertirse en una potencia militar regional capaz de disputar el liderazgo religioso de Arabia Saudita en Oriente medio. Irán supo sacar provecho de los efectos desestabilizadores de la intervención militar de EEUU en Irak en 2003 que favoreció la creciente influencia política de Teherán en Irak, Siria, Líbano y Yemen.

La apuesta de Irán por convertirse en una potencia nuclear fue frenada por el Acuerdo internacional concluido el 14 de julio de 2015 en Viena. Teherán aceptó limitar el enriquecimiento de uranio a cambio de un levantamiento de unas duras sanciones internacionales que perjudicaban su economía. Y se abrían las puertas para volver a exportar sus valiosos recursos energéticos. La economía iraní pasó de sufrir una recesión a un crecimiento del PIB que se disparó hasta el 12% en el año siguiente a la firma del Acuerdo. Los inversores extranjeros volvieron a valorar el potencial de desarrollo de un mercado emergente con una población de 82 millones de habitantes. Pero las grandes expectativas iraníes no se cumplieron y las inversiones extranjeras y los beneficios esperados a cambio de parar su programa nuclear, no se concretaron.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2017 provocó un brusco cambio de la política exterior de EEUU. Trump reforzó su alianza política con Israel, Arabia Saudita y otras monarquías sunitas para afrontar la creciente influencia de Irán y de sus actores interpuestos en Oriente medio. EEUU denunció unilateralmente, el 8 de mayo de 2018, el Acuerdo de 2015 firmado por Obama. Pretende renegociarlo por considerarlo insuficiente y negativo para los intereses de EEUU y sus aliados en la región. También quiere obligar Irán a moderar su política exterior intervencionista en la región. Según Washington, Teherán frenó sus ambiciones nucleares pero siguió desarrollando un programa de misiles balísticos capaces de apuntar y atacar Tel Aviv, Riad y las bases militares estadounidenses situadas en el Golfo.

La tensión creció en las últimas semanas. El 2 de mayo, EEUU anunció sanciones a los países que compren petróleo y gas a Irán. E incrementó la presión militar enviando el portaviones “Abraham Lincoln” a la zona del estrecho de Ormuz por donde pasan el 20% del transporte petrolero mundial. Teherán reaccionó anunciando su retirada parcial del Acuerdo de 2015 y su disposición a ignorar algunos límites impuestos al enriquecimiento de uranio.

La decisión de EEUU de volver a imponer sanciones al régimen chiita, sumió Irán en otra recesión económica. Las presiones estadounidenses, imponiendo el poder exorbitante del dólar en las transacciones financieras internacionales y la extraterritorialidad de la legislación de EEUU, obligaron a la UE, Japón, Corea del Sur y otros países a paralizar el comercio exterior y las inversiones previstas en Irán. El PIB volvió a caer un 4% y la inflación se disparó a un 31% en 2018. El rial se desplomó un 70% en el último año. Y el FMI prevé que el PIB caerá otro 6% en 2019. Las exportaciones energéticas, que nutren las finanzas públicas, cayeron estrepitosamente. Y el país, cada vez más endeudado y sin divisas, sufrió unas devastadoras inundaciones en abril que provocaron altos costes materiales y humanos que afectaron a 25 de sus 31 provincias. Y el Gobierno suprimió subvenciones para la importación de productos básicos y suspendió la necesaria mejora de sus insuficientes y anquilosadas infraestructuras.

Nadie quiere más confrontaciones armadas en Oriente Medio pero todos juegan peligrosamente con fuego. Otra guerra en el Golfo tendría graves repercusiones en los precios del petróleo y el comercio mundial. La UE, Japón, China, Corea del Sur, Taiwán e India resultarían perjudicadas. En cambio, EEUU es energéticamente autosuficiente y un exportador neto de gas desde 2017.

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