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Niels Arestrup y André Dusollier, en una escena de ‘Diplomacia’.Jerome Prebois

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DIPLOMACIA

Título original: Diplomatie
Año: 2014
Duración: 80 min.
País: Francia
Dirección: Volker Schlöndorff
Intérpretes: André Dussollier, Niels Arestrup, Robert Stadlober, Paula Beer, Burghart Klaußner. 
Cine: Screenbox Lleida.
Ciclo de cine francés (Homenaje a Jaume Magre)

​★★★★✩

Hoy se clausura el ciclo de cine francés dentro de las actividades en homenaje a Jaume Magre, y lo hace con Diplomacia, una película en la que las interpretaciones brillan con luz propia.

Como en ¿Arde París?, aquella superproducción de René Clément con un elenco de estrellas interminable y con guion de Francis Ford Coppola y Gore Vidal, partiendo de una novela de Dominique Lapierre y Larry Collins, el veterano realizador alemán Volker Schlöndorff, que comenzó su carrera en Francia junto a cineastas de la talla de Alain Resnais, Jean-Pierre Melville o Louis Malle, y que tiene en su haber títulos imprescindibles del cine europeo como El joven Törless o la oscarizada El tambor de hojalata, adapta una obra teatral de Cyrill Gely para retrotraernos a aquel mes de agosto de 1944, cuando el museo del Louvre, la catedral de Notre Dame, la torre Eiffel, los puentes, la Ópera, los Inválidos y todo París debía volar por los aires. La ciudad de la luz convertida en cenizas por orden explícita e inapelable de Hitler, antes de que los nazis abandonasen la ciudad ante la inminente llegada de las tropas aliadas. Un destino cruel para una ciudad inmortal, como sucedió con Varsovia, donde la cultura y la belleza fue soterrada por las bombas.

Diplomacia, fiel a su origen teatral, está rodada con mínimos exteriores. Plano del férreo general prusiano Von Choltitz en la encrucijada, contraplano del cónsul sueco Raoul Nordling volcando todas sus artes diplomáticas para que aquella demencial disposición no se llevase a cabo en horas, iniciándose entre ambos un tour de force vital, una búsqueda de soluciones airosas que rompiesen el sentido del deber de uno, por muy bárbara que fuese tal decisión, y la capacidad de convicción del otro. Tanto André Dussollier como Niels Arestrup son actores con muchas tablas, ya sea sobre un escenario ya sea en el interior de una habitación de hotel con vistas. Y ahí están, desesperado uno y al borde del infarto el otro, para que finalmente imperase la lógica a la sinrazón. Pero esto es ya historia. París sigue deslumbrando. Demasiado peso el de ser recordado como el que la destruyó, aunque le fue de poco, de muy poco. Al final, en los créditos, queda la voz de Josephine Baker y el eco de su canción J’ai deux amours, cuando dice: “Tengo dos amores, mi país y París, por ellos siempre mi corazón está feliz. Manhattan es hermoso, pero por qué negarlo, lo que me hechiza es París, todo París”.

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