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El cine surcoreano tiene representatividad en las figuras de algunos realizadores que de unos años a esta parte han logrado éxitos internacionales y comerciales con sus películas, algo extensivo hoy día a las abundantes series de aquel país que se emiten en las plataformas televisivas.

Bong Joon-ho es uno de ellos. Un cineasta que ya había cosechado éxitos con títulos como The Host, Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie), Mother o Rompenieves (Snowpiercer), pero que, sin duda, logró una considerable fama con Parásitos, vencedora en Cannes y llevándose cuatro Oscar en el 2020.

Ahora Bong Joon-ho dirige en Estados Unidos Mickey 17, adaptación de la novela Edward Ashton –curiosamente titulada Mickey 7–, y para la ocasión se ha rodeado de un sólido reparto que encabeza Robert Pattinson encarnando a Mickey Barnes, un hombre perseguido que acepta un trabajo bien peculiar en otro planeta lejano y helado donde solo habita una especie de extraños gusanos. Su función será la de convertirse en un “prescindible”, una persona que realiza todo tipo de tareas imposibles, experimentos llamados al fracaso y misiones suicidas, muriendo y volviendo a ser reciclado clónicamente una y otra vez. En uno de sus cometidos, Mickey 17 sobrevive cuando todos lo dan por muerto. De este modo, “nace” Mickey 18, algo que no encaja, que creará disputas y caos, o alianzas entre ambos, ya que ninguno de ellos está dispuesto a dejar espacio al otro (o tal vez sí).

Bong Joon-ho le da a la película un aire cómico, con momentos de puro ingenio apoyándose en lo absurdo de situaciones grotescas y caricaturescas, tal y como resulta la pareja de mandatarios interpretados por Mark Ruffalo y Toni Collette, una pareja que tiene aire de sátira y crítica política y que muchos han vinculado al universo Trump.

Lo cierto es que Mickey 17 se adueña de un descontrol que va dejando atrás cuestiones profundas para acercarse a la extravagancia y acumular múltiples detalles como la atracción física por una vigilante, una droga extraña, mucha violencia, falsedad, locura, resistencia y supervivencia, todo mezclado y agitado para entretener, algo que la película logra.

Destacable Robert Pattinson desdoblándose como un torpe y bonachón personaje frente a su otro yo, mucho más resolutivo y audaz, y ese dictador enloquecido que interpreta Mark Ruffalo.

Pero lo que uno deduce es que Bong Joo-ho es más interesante cuando dirige en su país, con sus códigos mucho más cercanos, más cómodo, sin olvidar que tiene capacidad para trabajar en cualquier mercado porque conoce el oficio.

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