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Albert Guinovart i el Quartet Teixidor, en el concert de dijous passat a l’Auditori de Lleida.

Albert Guinovart i el Quartet Teixidor, en el concert de dijous passat a l’Auditori de Lleida.JGS

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Clásica

Autores: Severac, Granados, Debussy y Schumann.

Intérpretes: Albert Guionvart y Quartet Teixidor.

Lugar y fecha: Auditori de Lleida, 29 de mayo.

★★★★✩

Albert Guinovart es uno de los lujos de este país. Este pianista te pone la piel de gallina toque lo que toque. Lo hace con Mozart o Rajmáninov, pero más todavía con un repertorio romántico como el que interpretó el jueves en el Auditori (o con un tango suyo como el que cerró el concierto como bis). En realidad Guinovart es un romántico, en el mejor sentido de la palabra. Un animal, en un sentido no solo positivo sino hasta ditirámbico de la expresión. Tuvo la feliz idea de tocar seguidas las tres piezas iniciales del concierto, de Severac, Granados y Debussy, como si fuera una suite que dejó clara la evolución del piano desde el costumbrismo hasta la fascinación orientalista previa al impresionismo. Lo que convierte a Guinovart en uno de los mejores es su capacidad para distinguir jerárquicamente la melodía entre un océano de notas que podría abrumar al oyente. Por muchas cosas que pasen, siempre te sirve en bandeja lo más importante para que no te pierdas. Su espectacular manejo de la jerarquía deslumbró también en los dos quintetos que ofreció junto a ese otro lujo que es el Quartet Teixidor. Ahora que se jubila Puri Terrado, la directora del Auditori, esperemos que quien la suceda mantenga uno de sus grandes aciertos como es la residencia de esta formación, que lleva dos décadas picando piedra con un nivel de excelencia admirable. 

Guinovart y el Teixidor interpretaron primero un quinteto de Granados que yo no había oído nunca y es una preciosidad, con un trabajo espléndido de color, textura y timbre, y luego el dificilísimo quinteto de Schumann, una de las obras maestras de la música de cámara de siempre. Dicen que Mendelssohn tocó la parte del piano a primera vista, pero viendo la densidad de la escritura parece una fake news. Este formato lo carga el diablo. El piano está detrás del cuarteto y es muy difícil compenetrarse porque el pianista solo se ve con el primer violín. El piano debe actuar de emulsionante sin invadir el cuarteto, el equivalente de una mezcla en la música pop, y Guinovart lo hizo espléndidamente. En este formato hay mucha densidad, pasan demasiadas cosas, te invade un tsunami de música en el que es muy fácil que no entiendas nada. Sobre todo si, como ocurre en la obra Schumann, de repente aparece una coda con una fuga extemporánea en la que pasan tantas cosas que no puedes seguirlas y sin embargo, aunque te pierdes, tienes la sensación de que todo cuadra de forma milagrosa. Ni qué decir tiene que ahí se dispara aún más el riesgo de no entender nada, pero con estos dos intépretes, Albert Guinovart y el Quartet Teixidor (un solo músico, una familia, cuatro seres orgullosamente independientes que respiran como uno solo el mismo aire) se entiende todo. Cuestión de jerarquía.

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