Sublime
A veces, las circunstancias de la vida son del todo caprichosas y unen alegrías y desgracias sin una lógica que podamos entender. El día que me disponía a redactar la reseña del hermosísimo concierto ofrecido en el Cafè del Teatre por el cantautor canario Pedro Guerra, recibí la tristísima noticia del traspaso de una compañera muy querida de la Universitat de Lleida, la catedrática de Historia Moderna María José Vilalta, amiga de toda la vida desde que llegué a la ciudad a finales de los ochenta. Y es que, al margen de los diferentes escritos sobre su meritoria y fecunda trayectoria académica profesional que SEGRE está rememorando desde que se confirmó su fallecimiento, a mí me gustaría recordar, aunque sea someramente, una de sus grandes y –anónimas– aficiones como era su gusto por la música en todas sus dimensiones desde la clásica a la moderna, pasando por todos los estilos y géneros imaginables, y siendo cultísima y entendida espectadora habitual del Enric Granados y otros espacios musicales de la ciudad. Aún este mismo año se la pudo ver en algunos de los conciertos del Festival de Música Espiritual de Lleida De llum i tenebres, que disfrutamos juntos con gran entusiasmo... Así que, conociendo de su gusto y sensibilidad, seguro que si su enfermedad se lo hubiese permitido, habría venido a escuchar a Pedro Guerra, pues el tinerfeño, me consta, era también santo de su devoción. Hacía mucho tiempo que Guerra no nos visitaba y, entre el público y su aparente bastante buena memoria, llegamos a determinar todos juntos que, al margen de un concierto durante una Festa Major de hace años, la última vez que actuó en Lleida fue respondiendo a una invitación de CaixaForum, hace 14 ó 15 años, con motivo de un homenaje a Ángel González en el cual Guerra ofreció sus musicalizaciones de la obra del insigne poeta asturiano La palabra en el aire. Mucho tiempo, por tanto, por lo que había ganas de reencontrarnos con él y, pese a coincidir su show en el mismo fin de semana del Magnífic Fest, la respuesta del público fue inmejorable, registrando la sala un lleno casi hasta la bandera. En formato guitar-man, de voz y guitarra, un Guerra en excelente estado de forma –de voz y habilidades guitarreras– nos trajo unos cuantos grandes éxitos y, para su estreno entre nosotros, su nuevo trabajo, Parceiros, una ambiciosa compilación de treinta y tantos temas, con el músico escribiendo letras para composiciones de terceros o componiendo canciones para los textos de otros tantos solistas veteranos o jóvenes emergentes y de estilos y mentalidades de lo más variado. No voy a citar nombres concretos, porque sería prolijo en exceso, pero puedo afirmar que el triple álbum es absolutamente recomendable e imprescindible para los buenos aficionados de la canción de autor. En suma, una especie de sistema solar girando en torno a él, donde todos y todas coexisten siendo creadores e intérpretes atípicos y dibujando un universo sensorial exclusivo y sobresaliente. Como pudimos comprobar en riguroso directo y amenizada por su verbo fértil y florido, esta última aportación de Pedro Guerra constituye una extraordinaria combinación de colores musicales para una paleta sonora sublime, seguramente irrepetible. Como nuestra María José, de ojos brillantes, que tan dulcemente nos cantó el gran Art Garfunkel...