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El Espai Orfeó de Lleida observó una muy buena entrada para un concierto de lo más especial: el encuentro entre dos talentosas jóvenes de la escena jazzística catalana, la cantante y pianista Belén Bandera y la guitarrista Carla Motis, con el legendario contrabajista Horacio Fumero, miembro durante años del trío de Tete Montoliu y figura imprescindible del jazz nacional e internacional de las últimas cinco décadas. El espectáculo, titulado muy a propósito Tea For Three, en guiño evidente al clásico de Vincent Youmans, se desarrolló en formato atípico de voz, guitarra y contrabajo, denotando, a nuestro modesto entender, cierto vacío sonoro, pues no hubiese estado de más la presencia de batería o alguna percusión para hacer más denso y profundo el sonido conjunto. Pero ello no empañó para nada el trabajo ejecutado por el trío, haciéndonos disfrutar de un repertorio que viajó con naturalidad entre estándares clásicos, el American Song Book y hasta alguna vieja pieza tradicional de nuestro país, reportados todos mediante muy bellas versiones reinterpretadas con gusto y personalidad. Como por ejemplo las bossa-novas Dindi, Feitiço da vila o Carinhoso; los estándares Tea For Two, Stopping At The Savoy, Bewitched, Bothered and Bewildered, Manhattan, I Got Rhythm, Moonglow y Lover Man; o la catalana El testament d’Amèlia, en un acercamiento sorprendente y casi psicodélico de los tres artistas con el desarrollo de muy curiosos ejercicios vocales, juegos percutivos en la guitarra y brillante y envolvente trabajo del contrabajo. En todas las piezas, tratadas desde un equilibrio perfecto entre respeto a la tradición y frescura contemporánea, Belén Bandera, embarazadísima y con semblante relajado y feliz, demostró una madurez sorprendente con su voz cálida y flexible, sabiéndose mover entre la sutileza del susurro y la intensidad emocional sin caer en más artificios que esos sorprendentes golpes medidos, en su caja torácica, para deformar la voz. Carla Motis desplegó con las seis cuerdas un fraseo limpio, elegante y sosegado, combinando la delicadeza melódica con una sólida y envolvente base rítmica. Horacio Fumero, por su parte, aportó la profundidad y el swing necesarios que solo su buen y largo oficio puede ofrecer, guiando al trío con su contrabajo lleno de matices y una presencia serena pero decisiva de madurez y experiencia. El diálogo entre los tres músicos fue constante y fluido, reflejo de una conexión artística genuina. Cada tema se convirtió en una conversación abierta, en la que la complicidad y la escucha mutua fueron protagonistas. El público, completamente entregado, despidió al trío con una ovación larga y sincera. Fue una noche de jazz auténtico, de esas que confirman que la escena musical catalana vive un momento dulce.

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