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El Col·legi de l’Advocacia de Lleida celebró el martes en la Llotja su 175 aniversario con un concierto que fue oro de primera ley. Por cada 24 partes en peso de aleación, 18 fueron oro puro y las restantes, armonías, melodías y ritmos que dieron dureza y color ideal para conferir al aniversario acabados de joyería. El concierto comenzó con el estreno de Ecos de la Terra, una obra del leridano Miquel de Jorge Artells inspirada en temas de Ponent. Solo reconocí La presó de Lleida, pero dio igual: la obra se escucha con placer porque aprovecha todos los recursos de la orquesta y usa disonancias y efectos sonoros atrevidos sin abandonar la tonalidad. Siguió con la Suite japonesa de Holst, el amado compositor británico conocido como Chiquito por algunos músicos de aquí por la pronuncia del apellido. La obra está lejos de la enjundia de Los planetas pero es un bombón que juega con la escala pentatónica. Se lució el fagotista Ramon Aragall, ovacionado no solo por el público, sino por toda la orquesta. Y finalizó con la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorák, un prodigio que tiene la particularidad de que casi todos los temas son expuestos, a veces con frases y tempos estrambóticos, por unos vientos que estuvieron espléndidos. También estuvo pulcra la cuerda en momentos clave como el descenso cromático de las violas del inicio, símbolo eterno del lamento, y el emocionante acorde final de tres notas de los contrabajos en el segundo movimiento. No ayudó la acústica de la Llotja, que es perfecta para la música amplificada porque es muy seca y controla la reverberación, pero no para la música sinfónica porque el sonido se va por la pinta de la caja escénica y no vuelve (cosa que no ocurre con la ópera al estar la orquesta en el foso), pero eso no nos impidió irnos a casa de buen humor por el final de la sinfonía: un triunfo en mi mayor, que es a lo que aspiramos todos en nuestras vidas.

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