Swing a la orden del día
El espectáculo de Dan Barrett y Enric Peidro Quintet del Jazz Tardor 2025, nos dejó una de esas noches agradables que se guardan con gusto en el recuerdo, aunque, ni mucho menos, fuese el primer show entre nosotros de estos artistas de tamaña categoría. Desde sus primeros compases quedó claro que no se trataba solo de un encuentro entre figuras destacadas del jazz tradicional actual, sino de una conversación musical entre dos visiones afines y complementarias de este estilo que tanto nos gusta. Dan Barrett, con su característico sonido redondo y sensual al trombón, desplegó esa elegancia clásica que lo ha convertido en un referente del swing más ortodoxo. Su fraseo, siempre lírico, mostró un dominio absoluto del tiempo y del espacio, construyendo solos que crecían con una naturalidad casi narrativa y argumental. Frente a él o, mejor dicho, a su lado, Enric Peidro aportó la contundencia y claridad de su saxo tenor, con un estilo que bebe del legado de los grandes del mainstream, a base de líneas firmes, un swing contagioso y esa vitalidad suya característica capaz de impulsar hacia adelante a todo el grupo. La química escénica entre ambos fue inmediata, resultado de esa comunión y vocabulario musicales que comparten juntos desde hace un porrón de años. Junto a ellos, el quinteto se completó en esta ocasión con un trío rítmico de enorme solvencia, con Queralt Camps al contrabajo, sólida y precisa, marcando la columna vertebral del grupo con un pulso firme y un sonido profundo; Xavier Hinojosa en la batería aportó dinamismo y sutileza, alternando escobillas y baquetas con una sensibilidad que elevaba cada intervención; y, el gran descubrimiento de la noche, Fede Mazzanti, al piano, que desplegó un acompañamiento elegante, lleno de matices, con solos que equilibraron virtuosismo y buen gusto, pero empleando lo justo y sin necesidad ni de efectismos ni de trucos banales de veterano. Al decir del ambiente en el Escorxador, éste fue cálido y cercano con un público, compuesto tanto por aficionados veteranos como por nuevos curiosos del género, que respondió con entusiasmo y desde la primera pieza a la propuesta de los oficiantes. La cercanía del espacio favoreció, como siempre, una comunicación directa entre los asistentes, creando una atmósfera de complicidad que se fue fortaleciendo a lo largo de la noche y de menos a más. El repertorio navegó por estándares del swing y del jazz clásico, con guiños al American Song Book, a héroes como Duke Ellington o Count Basie, y al repertorio de pequeños combos de los años cuarenta, de los que el trombonista y el saxofonista rescataron joyas olvidadas, para dárnoslas a conocer. En conjunto, una velada que confirmó la vigencia del swing cuando se interpreta con honestidad, talento y respeto por la tradición, pero desde una perspectiva de actualidad y renovación bien medida.