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En el íntimo y siempre efervescente Cafè del Teatre, el Macchia–Hager Collective ofreció una actuación la mar de interesante que confirmó una libertad y creatividad difíciles de ver en formaciones de tan reciente puesta en acción. A saber, el trompetista italiano Antonio Macchia, el pianista austríaco Urs Hager, los leridanos Ignasi González al contrabajo y Pau Lledó en el saxo alto, junto con el baterista alicantino Eloy Mañogil, desplegaron un concierto que resaltó por su complicidad musical convertida en el verdadero hilo conductor de la noche. La velada tenía, además, un significado especial, pues cerraba una mini-gira por diferentes escenarios españoles, de recorrido breve pero intenso, que había puesto a prueba la cohesión de esta experiencia naciente, culminando en Lleida con un directo especialmente inspirado y halagador que los espectadores locales supimos apreciar sobradamente. El conjunto presentó un repertorio que observó lecturas muy personales del canon jazzístico, con referencias a instrumentistas preferidos suyos como Chet Baker, Roy Hargrove, John Coltrane, Lennie Tristano o Kenny Dorham, entre otros, desde un atractivo y calórico enfoque hard bop, elegancia modal heredera de los años sesenta y una sensibilidad contemporánea marcada por sus capacidades de improvisación libres y abiertas. Macchia, con un sonido pulido y un fraseo de largo aliento, actuó como catalizador emocional del quinteto junto a Urs Hager, que aportó un piano de líneas precisas, rítmicamente inquieto y una pulsación sólida que sostuvo muchos de los despegues improvisados del conjunto. La base rítmica encontró en Ignasi González y Eloy Mañogil un motor perfectamente sincronizado. El contrabajista, con un sonido redondo y firme, equilibrando al grupo con solvencia, mientras que la batería expresiva, flexible y de gran escucha, capaz de transitar de la sutileza al empuje con naturalidad, empastó con elegancia y efectividad, tanto con el piano como con los vientos. Por su parte, un Pau Lledó en constante progreso firmó un saxo de timbre brillante y articulación ágil, con un lenguaje electrizante que transita desde el post-bop hasta una narrativa melódica de sensibilidad –digamos– más europea.

JAZZ

El ambiente en la sala fue una mezcla de concentración y cercanía con un público, compuesto tanto por aficionados veteranos como por espectadores curiosos de nuevo cuño jazzístico, que acompañaron cada pasaje musical con silencio respetuoso y cada cierre de número con aplausos cálidos e indisimulada emotividad. En resumen, un local que se transformó por momentos en un auténtico laboratorio creativo, donde los músicos parecieron dialogar tanto entre ellos como con la atmósfera compartida y dejando como impresión más clara la de un grupo en plena ebullición creativa, capaz de integrar tradiciones musicales diversas sin renunciar a una voz propia plasmada, con honestidad y escucha mutua, a partir de un lenguaje rico y sorprendente vivaz.

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