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La aceleración de noticias negativas que afectan a los principales partidos, en estos días especialmente al socialista, descorazonan a cualquiera. El episodio del dúo Ábalos-Koldo corresponde a un guión que supera a los de Torrente, incluyendo su aspecto físico y desaliño indumentario –el director Santiago Segura podría ahorrarse el casting y la caracterización de actores– utilizando un lenguaje de lo más soez, por no referirnos a las sórdidas conversaciones sobre prostitutas que tienen alterada a toda la base del PSOE.

El impacto de la entrada en prisión de ambos personajes ha sido mayúsculo por lo que significaron esos personajes en la recuperación por Pedro Sánchez de la secretaría general socialista. Y sobre todo Ábalos, por haber sido ministro y número tres del partido. Pero también porque ambos dedicaron sus últimas declaraciones en libertad a amenazar al Gobierno y al entorno de Sánchez, además de deslizar ya algunas acusaciones sin pruebas. Cierto es que sus palabras tienen menos valor porque cualquier entendido sabe que pueden estar haciendo méritos para pactar posibles reducciones de condena con la fiscalía. Como hizo el comisionista Aldama y le premiaron con la libertad condicional, incluso estando imputado en otro sumario por fraude de hidrocarburos. Puede ser que lo que digan Ábalos y Koldo sea cierto, o quizás solo la mitad, un cuarto de verdad o producto de su creatividad. Pero el espectáculo corrosivo está garantizado y puede durar semanas, o meses. Sobre la resistencia de Pedro Sánchez en el Gobierno existen hoy más dudas que antes, lógicamente, porque ya recibió el PSOE un disgusto de primera con el caso Cerdán. Pero la derrota parlamentaria del jueves pasado sobre los objetivos de déficit provocada por la alianza PP-Vox-Junts –repetimos: la alianza Núñez Feijóo-Abascal-Puigdemont– puede debilitar más al Ejecutivo que las crónicas judiciales-carcelarias-literarias de los distinguidos personajes que acompañaron a Sánchez en sus 30.000 kilómetros épicos para retornar a la secretaría general del PSOE.

Lo que se va descubriendo en Valencia, o intuyendo, sobre los 50 minutos de desaparición del ya ex presidente Carlos Mazón, el fatídico día 29 de octubre cuando la dana, también ocupa espacio informativo. Y promete, porque la nueva explicación de la periodista que le acompañó en la larga comida, asegurando que se quedó a trabajar con el ordenador en su coche aparcado, genera dudas. Pero lo que se intuye tendrá que ser muy relevante para hacerse sitio informativo contra el programa show del dúo Ábalos-Koldo. Mejor suerte informativa corre el caso del fraude de las mascarillas en Almería que ya ha costado la detención inicial y la dimisión después del presidente de la Diputación, su vicepresidente y algún alcalde, todos del Partido Popular. Almería está muy lejos de los platós televisivos y lo de las mascarillas no está muerto, pero sí bastante gastado. Reaparecerá solo en los huecos, cuando los actores principales Ábalos-Koldo callen, o cuando el Tribunal Supremo ofrezca por fin la sentencia sobre el Fiscal General. Todas estas noticias, y otras, tienen a la ciudadanía harta. Es verdad. Por los problemas de la vivienda o por manifestaciones en Madrid de millares de estudiantes de las universidades públicas al borde de la bancarrota. “España está harta”, dijo el número dos popular Miguel Tellado. Ciertamente; harta, pero de todos. Del partido gobernante y de la oposición incapaz de presentar propuestas esperanzadoras. Por eso crece el descontento ciudadano y la incógnita íntima de a quién votar. Las nuevas opciones, aunque algunas alocadas, ganan enteros.

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