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La Paeria ha detectado en lo que va de año más de una cincuentena de bares que incumplen la normativa en lo que hace referencia a las placas informativas que deben estar visibles en el establecimiento o en la obligación de disponer de hojas de reclamaciones. Afirman los representantes del sector que son cuestiones menores y que estos incumplimientos están motivados en buena parte por la prolija normativa que está vigente. Seguramente tienen razón, porque no parece indispensable que haya que tener colgada una placa con el número de licencia, siempre que esté disponible para los clientes que quieran presentar una queja. En cambio, y por muy secundario que en principio pueda parecer, no sucede lo mismo con las que prohíben la venta de alcohol y tabaco a menores. En este caso, además, hay que instar tanto a los establecimientos hosteleros como a todos los de distribución que venden alcohol que no solo se limiten a poner las placas, sino que controlen de forma efectiva que esta normativa no se incumple, porque la realidad cotidiana está llena de ejemplos de menores que tienen acceso al alcohol.

No obstante, sería un error culpabilizar al sector de esta situación, porque la principal responsabilidad recae en las propias familias y en las administraciones. Nuestra sociedad ha sido y es muy permisiva con el consumo de alcohol, hasta el punto en que en los últimos años se han convertido en habituales los botellones, en los que grupos de jóvenes se reúnen para beber grandes cantidades de alcohol. Tanto es así, que algunas ciudades –el más conocido fue el caso de Granada– han llegado a disponer de espacios reservados para este fin. Evidentemente, el control sobre la edad de los adolescentes que participan en un botellón es inexistente, y esto lleva a tragedias como la registrada esta semana en un municipio de Madrid, donde una niña de 12 años ha muerto a consecuencia de un coma etílico tras tomar parte en una de estas “fiestas” alcohólicas. Igual que sucedió en su día con la adopción de medidas punitivas contra los conductores ebrios, quizás ha llegado la hora de hacer lo propio, junto con las correspondientes campañas de concienciación social, con los responsables de que los menores tengan acceso al alcohol de forma tan fácil como sucede ahora.

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