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En la provincia de Lleida hay cerca de 15.000 jóvenes de entre 16 y 29 años que ni estudian ni trabajan. Son los denominados “ni-nis”, aunque como advierten los expertos, es un error ponerlos a todos en el mismo saco, porque el concepto de “ni-ni” surgió inicialmente para identificar a jóvenes que no querían estudiar ni tampoco hacían ningún esfuerzo para integrarse en el mercado laboral, mientras que ahora son muchos los que cuentan con titulaciones superiores que no trabajan simplemente porque no pueden. Con todo, esta situación ilustra el doble déficit que afecta a este país: una alta tasa de jóvenes que no terminan ni la educación obligatoria o que no siguen estudiando una vez la han acabado, y un volumen de paro juvenil muy por encima de la media de buena parte de los países europeos. Por lo que respecta a lo primero, es necesario sentar de una vez las bases para que haya una política educativa consensuada, no sujeta a los cambios políticos, elaborada teniendo en cuenta las demandas de los centros, que son los que mejor conocen la realidad y las necesidades de cara a la formación de jóvenes y adolescentes. En este proceso también habría que potenciar la Formación Profesional, porque como también señalan los expertos, desde hace un tiempo tanto en Catalunya como en el conjunto de España hay una cierta obsesión para que los jóvenes estudien carreras universitarias que a veces tienen poca salida laboral, en detrimento de estudios de menor nivel que tienen un alto porcentaje de inserción laboral y que a la larga incluso pueden llegar a ofrecer mejores posibilidades de promoción profesional.Ahora bien, hay que tener claro que toda mejora en la política educativa y de formación de nuestros jóvenes será poco efectiva a menos que aumente la tasa de actividad y que haya una apuesta decidida por potenciar sectores que puedan crear empleos de más calidad. Mientras en el mercado laboral sigan predominando los trabajos precarios y mal pagados, los jóvenes lo seguirán teniendo difícil tanto para encontrar un primer empleo como para consolidar su inserción laboral. Y en este aspecto, quizás sería necesario que nuestros políticos reflexionaran si, como parece –en esto no hay diferencias entre Catalunya y el resto de España– nuestro futuro debe estar basado en los servicios, el turismo y grandes centros de ocio y juego.

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