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Se cumplieron este jueves 40 años de las consideradas primeras elecciones democráticas en España, las convocadas después de la aprobación en referéndum de la ley de reforma política impulsada por Adolfo Suárez seis meses antes y tres meses después de la legalización del Partido Comunista y cuyos diputados asumieron la redacción de la actual Constitución que se aprobó un año después.

Eran las primeras elecciones con libertad de concurrencia desde la República, pero llegaban sin que se acabara de zanjar el debate entre reforma y ruptura, con una situación claramente predemocrática en la que los herederos del franquismo seguían controlando los resortes del Estado, lo que se llamaba entonces “poderes fácticos”, y en la que los partidos democráticos tuvieron que compensar con ilusión y esperanza la evidente desigualdad con que concurrían a las urnas.

Pero había ganas de democracia, muchas ganas de votar y de que después de la dictadura franquista los ciudadanos pudieran elegir a sus gobernantes y hay que valorar el papel de Suárez para superar todas las trampas que le tendió el llamado “bunker”, como se bautizó a las estructuras franquistas que se resistían a desaparecer.

Ganaron los centristas, irrumpió con fuerza el PSOE mientras se difuminaban los comunistas, que habían llevado el peso de la oposición al franquismo y ya hace 40 años se confirmaba la plurinacionalidad del Estado con la elección de diputados nacionalistas catalanes, vascos y hasta algún aragonés.

Pero fundamentalmente, el 15-J representó el triunfo de la reforma, de la evolución hacia la democracia desde el mismo régimen y la redacción de una Constitución en la que teóricamente todos pudieran sentirse cómodos. Con el tiempo algunos han mitificado la transición como la etapa del consenso, en la que la tolerancia y el diálogo sirvieron para superar el franquismo y cimentar las bases de la democracia, mientras otros se apresuran a reclamar la demolición del “régimen del 78” y su pactismo como simiente de la actual corrupción.

Cada cual tendrá su opinión, aunque apenas una tercera parte de los actuales españoles participó en aquellas votaciones en las que había que tener 21 años cumplidos, pero es importante recordar que los marcos legales pueden negociarse si hay voluntad y que con diálogo pueden solucionarse problemas y discrepancias profundas. Esto sirvió hace 40 años y ahora sigue teniendo toda su vigencia.

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