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Las entidades y partidos soberanistas han convocado hoy una nueva manifestación para reivindicar la independencia de Catalunya en el marco de la Diada. Será la sexta gran movilización desde 2012 y llega justo cuando se acaba de iniciar el choque de trenes político entre la Generalitat y el Estado después de la aprobación por parte del Parlament de las leyes del referéndum y de la transitoriedad jurídica, la primera ya suspendida por el Tribunal Constitucional y la segunda en camino de ello. Como siempre, seguro que habrá una guerra de cifras sobre el número de manifestantes, pero todo hace prever que como mínimo será tan multitudinaria como las anteriores. Ahora bien, ¿influirá este hecho en que finalmente se celebre o no el referéndum convocado por la Generalitat para el 1 de octubre que el Gobierno central está dispuesto a impedir? La verdad es que la posibilidad de que este acto comporte algún cambio en la actuación del Estado es muy improbable, entre otras cosas porque que esta tarde haya mucha gente en el passeig de Gràcia y la calle Aragó de Barcelona es algo que todo el mundo daba por descontado. Más que su incidencia a nivel catalán y español, la importancia de esta manifestación reside en su repercusión externa. De hecho, las movilizaciones celebradas a lo largo de los últimos años en la Diada en pro de la independencia han estado pensadas para lograr respaldo internacional. Los propios organizadores han difundido consignas como “el món ens mira” y han introducido parlamentos en inglés dirigidos explícitamente a otros países. Pero lo cierto es que la causa independentista apenas ha logrado apoyos externos significativos a lo largo de todos estos años y, además, los dirigentes que se han pronunciado públicamente lo han hecho para apoyar la posición del Gobierno central. Un ejemplo es el la Unión Europea, ya que varios de sus representantes han dejado claro que una Catalunya independiente quedaría fuera de esta organización y que la cuestión catalana es un asunto interno de España. Si la UE, Estados Unidos y el resto

de

países relevantes en el concierto internacional apoyan sin fisuras al Estado español, Mariano Rajoy tendrá manos libres para aplicar las medidas que considere convenientes para impedir el 1-O. En cambio, si no fuera así, entonces sería más factible que el referéndum pudiera acabar siendo una realidad.

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