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Después de cualquier elección, todos buscan argumentos para justificar lo que ha pasado y hay veces que todos se proclaman vencedores, bien porque hayan mejorado, porque se convierten en decisivos o hasta porque han bajado menos que en otras ocasiones. Una jornada como la del pasado domingo da para más consuelo porque quien no encuentra justificación en alguna ciudad, puede refugiarse en las europeas o hasta conformarse con que a otros les ha ido peor, pero, al margen de la irrefutable victoria de Esquerra Republicana, nadie puede sentirse plenamente satisfecho con unos resultados agridulces para todos. En JxCat pueden celebrar el éxito de Carles Puigdemont en las europeas porque ha sido el más votado en Catalunya y por sus mayorías en Mollerussa o Les Borges, pero este buen resultado no puede servir de paraguas al mal resultado de Barcelona, del área metropolitana, al retroceso en La Seu y Cervera y sobre todo a que la hegemonía independentista en votos ha pasado a Esquerra. Tampoco la CUP tiene gran cosa a celebrar porque han ganado en Berga y han tenido buen resultado en Girona, pero se quedan sin representación en Barcelona y Lleida con un retroceso general. Los socialistas se proclamaban en el ámbito estatal como los ganadores de las elecciones y ciertamente se impusieron en las europeas y han mejorado en grandes ciudades como Barcelona, pero no han confirmado sus expectativas en Madrid, tendrán problemas para seguir gobernando en autonomías como Aragón y el impulso Sánchez no ha sido tan fuerte en el ámbito local, como se ha visto en Lleida o Tarragona. Los populares se conforman porque han frenado su caída y no han desaparecido en Lleida o Barcelona, pueden recuperar Madrid y sobre todo no se han visto superados por Ciudadanos, pero no pueden negar que están en franco retroceso. Los de Rivera se muestran contentos porque serán decisivos a la hora de los pactos en Madrid y algunas autonomías, pero ni se ha notado el efecto Valls en Barcelona, ni la agresividad de Rivera en la constitución del Congreso. Y a quienes sin duda les ha ido peor es a los de Podemos y sus confluencias, que han pagado sus divisiones internas y han perdido la mayoría de las “alcaldías del cambio”, con la excepción de Cádiz, su representación autonómica y buena parte de las posibilidades de formar gobierno de coalición con Sánchez. Las municipales han sido segunda vuelta.

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