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Ayer fue el primer día hábil que estuvo en vigor la nueva ley hipotecaria que, entre otros aspectos, obliga a las entidades a asumir los gastos de notaría, gestoría y registro, lo que debe permitir a los clientes ahorrar una media de entre 500 y 1.000 euros. Como ya ha reiterado el Banco de España en diversas ocasiones, la nueva normativa comportará el endurecimiento de las concesiones crediticias a los perfiles de más riesgo, al introducirse más garantías para el cliente en los casos de ejecuciones hipotecarias y probablemente también un encarecimiento del propio crédito. La banca ha tenido que devolver más de 2.200 millones de euros en relación a cláusulas suelo hipotecarias mal comercializadas. Precisamente con la nueva ley los clientes deberán estar más informados y conocer en detalle las diferentes cláusulas de sus préstamos. Es evidente que el negocio de los bancos es el dinero y lo que perderán por un lado mirarán de compensarlo por otro. Pero vivimos en un mundo en el que nadie puede dar por consolidadas sus transacciones comerciales sin una innovación permanente y para que la rueda económica siga rodando, la salud de las entidades financieras es vital y para ello, además de las grandes empresas y lobbys económicos, los bancos no pueden ni deben olvidar a las familias, a los pequeños ahorradores y muchísimo menos a los autónomos y pequeñas y medianas empresas. No se trata de volver a conceder dinero con elevado riesgo como se hizo a principios del milenio, pero tampoco es conveniente estrangular la economía hasta el punto de que solo las grandes firmas puedan tener la financiación necesaria para crecer y crear empleo. Como tampoco resulta apropiado obligar a los pequeños clientes, sobre todo de avanzada edad, a prescindir del contacto personal con su entidad de referencia. Capítulo especial requiere el mercado inmobiliario, que se está reactivando con un incremento de las transacciones y un repunte de la construcción y precios de la vivienda, que no debe repetir las burbujas de antaño pero que es positivo porque de la salud de la construcción dependen muchos otros sectores muy castigados por la crisis. Todo el mundo se ha visto obligado a apretarse el cinturón por la recesión del 2008 y las entidades financieras, como el resto, han de aprender de los errores para no repetirlos en el futuro y seguir apoyando el progreso y el crecimiento.

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