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Mientras en Madrid siguen buscando excusas para no aplicar un confinamiento inevitable a tenor de las cifras que se conocen sobre el riesgo de rebrote y los contagios por cien mil habitantes, con la oposición absurda del gobierno de la comunidad, por otras latitudes toman medidas restrictivas con cifras menos preocupantes para evitar que se puedan multiplicar los casos y padecer una nueva oleada de coronavirus. Así, París ha decidido cerrar los bares, suspender las ferias y los congresos profesionales y aplicar restricciones a restaurantes, cines y teatros porque ha llegado a una tasa de 260 casos por cada cien mil habitantes, la tercera parte de la que se registraba en Madrid, con una población considerablemente superior, y en España, la Junta de Castilla y León, gobernada también por el PP, ha decidido confinar perimetralmente las ciudades de León y Palencia con unas tasas en torno a los 500 casos inferiores también a la madrileña, y en Aragón, la DGA ha decretado que Zaragoza vuelva a la fase 2 del 8 al 15 de octubre de forma preventiva para evitar que las reuniones sociales con motivo del Pilar puedan representar un rebrote pese a que no hay programación de fiestas. No hay más remedio si queremos evitar casos como el de Valencia, donde una fiesta en un colegio mayor de la universidad tardó horas en ser interrumpida y ha provocado el contagio de 120 alumnos, o en otras fiestas clandestinas que han acabado con incidentes como ha sucedido en Álava, Pontevedra o Pamplona, donde luego se multiplican los casos. Los mayores focos de contagio en estos momentos no están en los centros de trabajo o en las escuelas, según los expertos, que apuntan a las fiestas sociales o juveniles, donde hay más proximidad física, con más griterío y también más consumo en común de comidas y bebidas como principal elemento de riesgo. Y, desgraciadamente, estos eventos se traducen al cabo de unos días en nuevos focos del coronavirus y aumento espectacular de los casos que pueden volver a extenderse como manchas de aceite. Ahora se han fijado unos baremos objetivos y cuantificables sobre el número de casos, la positividad de los PCR y la saturación de las UCI, y cuando se superan no hay más remedio que aplicar medidas restrictivas por impopulares que sean y aún es mejor prevenir cuando se temen posibles fiestas. Resistirse a ello por criterios políticos es una irresponsabilidad que podemos acabar pagando todos.

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