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Para todos los que confiamos en una Europa fuerte y unida que funcione como una potencia efectiva y solidaria, empieza a ser decepcionante el papel de la Unión Europea en la lucha contra la crisis sanitaria y económica generada por la pandemia. No ha sido nada efectiva su gestión con las vacunas y, si bien pareció acertada la decisión de promover una compra conjunta, se negoció mal, se han incumplido los contratos, las farmacéuticas han preferido distribuir las vacunas en otros países que pagaban más, y a Europa han llegado a cuentagotas pese a que la UE subvencionó generosamente la investigación y que buena parte de la producción se hace en países europeos.

Después, la Agencia Europea del Medicamento ha multiplicado las sospechas sobre la efectividad de algunas con sus informes después de la autorización e incluso de que empezara la vacunación, con el resultado de que cada país está aplicando sus propios criterios y la vacuna que sirve en España para un segmento de edad es utilizada para otro dentro de la misma Europa, que también ha visto cómo se paralizaba la vacunación con Janssen sin aclarar del todo los problemas con AstraZeneca, y algunos países, incluida Alemania, optaban individualmente por la vacuna rusa Sputnik a la vista de la escasez con que llegan las vacunas comprometidas. Tampoco la gestión con el pasaporte de vacunación anunciado a bombo y platillo asegurando que permitiría viajar libremente por Europea este verano se ha concretado y, finalmente, ha quedado diluido en un certificado que probará que el portador ha sido vacunado, dispone de un test negativo, o bien ha generado anticuerpos, pero no garantiza de forma automática la libre circulación por Europa, porque cada país podrá mantener sus propias limitaciones al certificado en cuestión.

Salen perjudicados los destinos turísticos como Grecia, que la impulsó, y España, que la apoyó de inmediato, ante las reticencias de otros países que lo veían discriminatorio. Y habrá que confiar en que esté a punto para junio como era el objetivo inicial, porque los trámites en el Parlamento europeo pueden ser duros.

Finalmente, tampoco el reparto de los prometidos fondos comunitarios está llegando con la fluidez deseable y el Fondo Monetario Internacional ha pedido más gasto público a Europa y ha dicho que hacen falta más ayudas directas a empresas y familias. En la misma línea se ha pronunciado el Banco Central Europeo pidiendo que no se retrase el fondo de recuperación y que se mantengan las políticas expansivas.

A esto habría que añadir el temor de que la mayor parte de las ayudas se vaya a grandes corporaciones con capacidad para presentar proyectos, mientras la pequeña y mediana empresa y las familias se quedan con las migajas. Aún hay tiempo para evitar errores, pero con la gestión de la pandemia también está en juego la imagen y la eficacia de la Unión Europea.

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