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El consejo de ministros aprobó los indultos, el rey los firmó ayer por la tarde, hoy serán publicados en el BOE y la salida de la prisión de los nueve dirigentes del “procés” presos ya solo dependerá de los trámites burocráticos, aunque algunos ya disfrutaban de permisos de salida. El razonamiento de los indultos insiste en lo esbozado el lunes por Pedro Sánchez en el Liceu en el sentido de que es la mejor decisión para Catalunya y España, que son plenamente constitucionales por mucho que el PP anuncie recursos, y que es la medida más adecuada para salir de la profunda crisis social y política que arrastramos en los últimos años.

Finalmente, se perdonan las penas de cárcel pendientes por sedición y malversación, manteniéndose la inhabilitación fijada, y se incluye una cláusula por la que los indultos se revertirían si los indultados cometen un delito grave en un periodo que oscila, según las condenas, entre los tres y los seis años. Al ser indultos individualizados, se aportan razonamientos específicos que van desde su consideración como una persona clave para la restauración de la convivencia, a la voluntad de eliminar “una falsa percepción de injusticia”, y en varios casos el rechazo expresado a la vía unilateral, dentro de una consideración general de que los líderes independentistas no fueron condenados por sus ideas, sino por la comisión de unos actos contrarios al ordenamiento jurídico, pero que “el castigo penal ofrece una utilidad limitada a la hora de solucionar conflictos como el que vive la sociedad catalana”.

Es decir, que la judicialización del conflicto del que se había hecho uso y abuso como único argumento para afrontarlo no sirve y que es imprescindible buscar vías políticas para restablecer el diálogo. Y en eso estamos una amplia mayoría: los indultos eran necesarios para acabar con el padecimiento de los dirigentes y sus familias, para corregir unas penas exageradas y para crear un nuevo clima que permita recuperar el diálogo.

Es la apuesta de Sánchez que algunos han calificado como un acto de fe porque necesita que la otra parte, los independentistas, también muevan ficha con gestos de distensión. Es de suponer que algo tendrán pactado porque los indultos no pueden ser un fin en sí mismos, sino un instrumento para avanzar, aunque es comprensible que las primeras reacciones independentistas sean considerar los indultos como un gesto insuficiente.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, declaró ayer que los indultos ayudan a dar credibilidad a la mesa de negociación, pero también que es el momento de avanzar hacia un referéndum acordado. Como ya han adelantado algunos miembros del Gobierno, en la mesa de diálogo se podrá hablar de todo y no habrá temas excluidos, aunque las posturas, como es comprensible, estén alejadas, pero sin hablar y negociar será imposible una solución.

Haciéndolo, hay al menos . alguna oportunidad.

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