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Se anunciaba que con el fin de la pandemia llegaría una etapa de recuperación económica en que la inyección de dinero público y el aumento del consumo propiciarían una nueva bonanza, pero aún no hemos salido de la crisis sanitaria y ya se atisban nubarrones en forma de inflación desbocada.

Los datos de septiembre han sido francamente malos con un incremento de los precios del 0,8 por ciento, el más alto desde 2008, que se suman a nueve meses de incremento y que colocan la tasa interanual en un 4 por ciento, que aún tiene más impacto porque en mayo del año pasado estábamos en un 0,9 negativo. Hay un problema objetivo de incremento de la inflación que repercute en un aumento de los costes de producción que no siempre se pueden trasladar directamente al consumidor, más presión para la negociación salarial y la subida de salarios de funcionarios y pensiones, depreciación del dinero y sobre todo pérdida generalizada de poder adquisitivo.

Pero aún es más grave la sensación de impotencia y de falta de medidas económicas para controlar la inflación porque no se ha conseguido frenar la subida de la luz, uno de los principales factores inflacionistas, pese a que ha subido en los últimos doce meses la escandalosa cifra de un 272 por ciento, dato que repercute en todos los costes de producción y en el gasto del ciudadano.

Pero también han subido los carburantes, o las materias primas, un 119 por ciento según Pimec en lo que llevamos de año y con problemas de suministro que han obligado a paralizar su actividad a algunas empresas, y ya se empieza a hablar en Estados Unidos de subir los tipos de interés, algo que siempre acaba copiando Europa. El resultado es que antes de que se distribuyan los fondos europeos ya tenemos problemas con una inflación desbocada que devalúa el valor real del dinero, incrementa los costes de producción de las empresas y empobrece aún más a los sectores más desfavorecidos, con lo que si no se toman medidas se aleja la perspectiva de una revitalización que favorezca a todos.

Si como advierten los expertos se mantienen los problemas geoestratégicos que han propiciado la subida del gas que se mantendrá todo el invierno y repercutirá en el precio de la luz, podemos tener problemas porque se complicará la negociación de presupuestos, aumentará la tensión social por la reivindicación de incrementos salariales similares a la tasa de inflación, bajará la rentabilidad de las empresas porque sus costes se han disparado sin que puedan repercutirlos y se multiplicará la deuda pública, con lo que las esperanzas de una recuperación económica se difuminarán antes de que la mayoría de ciudadanos hayamos podido notar sus efectos.

Son datos para que reaccione el gobierno de Sánchez, aparque su triunfalismo que cada vez tiene menos justificación y se aplique a un control estricto de precios, empezando por la luz. .

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