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Tres meses después de su implantación y después de recoger las opiniones del comité asesor, la Generalitat ha decidido retirar la obligatoriedad del pasaporte Covid para acceder a establecimientos como la hostelería, los gimnasios o las residencias. Algunas autonomías como Cantabria ya habían tomado esta decisión y otras no llegaron a implantarlo, a pesar de que en algunos países de Europa sí se exige y seguirá siendo necesario para viajar al extranjero. El objetivo de este era básicamente incentivar el proceso de vacunación y garantizar unos niveles de seguridad en los locales donde se podían producir contagios, pero la evolución de la pandemia con la nueva variedad ómicron más contagiosa ha hecho que el pasaporte haya perdido buena parte de su eficacia, al margen de que su exigencia ya resultaba en los últimos tiempos bastante aleatoria y dependía de las disponibilidades de los establecimientos que lo requerían.

Es un instrumento eficaz para incentivar la vacunación y poder hacer una actividad más o menos normal, pero que tampoco evitaba los contagios con la última variante y parece razonable que se haya retirado la obligatoriedad una vez conseguido un alto nivel de vacunación y aplicando el criterio de la eficacia de las medidas restrictivas. No debería traducirse en una relajación de los hábitos porque la pandemia, aunque con menos virulencia, sigue viva, pero la supresión obedece a la nueva estrategia de que, como se ha repetido en tantas ocasiones, habrá que acostumbrarse a convivir con el virus y adaptarse a las nuevas circunstancias. Pero hay que insistir en la necesidad de que sigan completándose las pautas de vacunación, incluidas las de refuerzo, porque está demostrado que han sido las vacunas las que han ayudado a reducir el impacto de la Covid.

De hecho, los últimos estudios estiman que las vacunas han evitado unos diez mil muertos y más de 50.000 hospitalizaciones solo en Catalunya. Si el pasaporte ha servido para evitar muertes y hospitalizaciones y ha garantizado la seguridad, bienvenidas sean las molestias causadas.

Acuerdo para la esperanzaEl Lleida Esportiu, con sus actuales gestores y propietarios, estaba abocado a la desaparición con litigios en el juzgado, enfrentamientos con las instituciones, desde la Paeria a la Federación, divorcio con la afición, deudas millonarias y desamparo de los jugadores, que son los únicos que daban la cara.

Por eso hay que saludar con esperanza cualquier cambio de propiedad que acaba con la nefasta etapa vivida y es una buena noticia que llegue un nuevo propietario, el exjugador y empresario gallego Luis Pereira, con un nuevo proyecto y ganas de enderezar la situación. El club tiene una segunda oportunidad.

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