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EDITORIAL

La economía, otra arma para la guerra

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“Es la economía, imbécil.” Esta frase reproducida hasta la saciedad es lo que le dijo Bill Clinton a George Bush padre en la campaña electoral norteamericana de 1992 y es considerada como una de las claves que aupó al primero hasta la Casa Blanca. La gestión económica puede hacer ganar unas elecciones y también perderlas porque es uno de los elementos clave de un país y de los que más preocupan a la población, junto con la seguridad. Y precisamente la misma máxima podría aplicarse por tanto en una guerra como a la que estamos asistiendo estupefactos desde hace diez días.

Los avances de las tropas rusas en territorio ucraniano son más que notables, con bombardeos cada vez más duros e indiscriminados, y las atrocidades contra la población civil resultan estremecedoras, contándose las víctimas ya por millares y millones los desplazados, pese a la dificultad de obtener información fidedigna tanto de la zona de conflicto como de Rusia. Pero hablábamos de economía y en este aspecto radica uno de los escollos que se ha encontrado el megalómano presidente Vladímir Putin en sus planes bélicos y que quizá ayuden a debilitar su imagen entre los suyos.Ayer Inditex decidió cerrar sus 502 tiendas (86 bajo la marca Zara) en Rusia, su segundo mercado después de España, con más de 9.000 empleados, y suspender la venta online en dicho país como consecuencia de la invasión de Ucrania. Al mismo tiempo, Tendam, que cuenta con las firmas Cortefiel, Pedro del Hierro, Springfield, Women’secret, Hoss Intropia, High Spirits, Slowlove y Fifty, anunció también que suspendía temporalmente sus operaciones en aquel país clausurando sus 50 tiendas, con cerca de 400 trabajadores.

Inditex y Tendam se suman así a gigantes como H&M, Adidas, Nike o Burberry y, más allá de la ropa y el calzado, la retahíla de compañías occidentales que dejan de operar en Rusia aumenta paulatinamente, y en el listado figuran tecnológicas (Apple o Microsoft), fabricantes de coches (Volkswagen, Mercedes, Ford), firmas del sector mobiliario (Ikea), navieras (Maersk) o medios de pago (Visa y Mastercard). Esto se traduce en que miles de empleos y sus consiguientes sueldos, al menos de momento, se pierden y en que la población rusa no podrá comprar una serie de productos a los que ya estaba acostumbrada. Quizá sea este último aspecto uno de los puntos de inflexión para que los súbditos del régimen de Putin se rebelen contra su mandatario, al igual que los magnates que abundan en aquel país, que están viendo como ya no pueden disfrutar de sus fortunas y de todo tipo de lujos, desde yates a inmuebles millonarios, tanto en su país como en el extranjero.

Quién sabe si el bolsillo puede hacer más que las armas y en los próximos días tendremos ocasión de comprobarlo.

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