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El mundo esta? en transformacio?n permanente y todos estos cambios dependen básicamente de la energía. Una de las características distintivas de las sociedades modernas es que se han desarrollado a partir de un régimen energético sustentado en los combustibles fósiles. El uso del carbón, en los tiempos de la Revolución Industrial, y luego de los hidrocarburos, en el siglo XX, posibilitó un aumento sin precedentes del consumo de energía y del confort.

Hasta ahí estaríamos todos de acuerdo. El problema se centra en que hace muchos años que los expertos aconsejan, por el bien del planeta y de las generaciones futuras, que se impulsen las energías limpias, verdes y que dependen al cien por cien de fuentes renovables, y la mayoría de estados, gobernantes y empresas del sector han ido posponiendo el impulso al cambio energético por motivos básicamente de intereses económicos y políticos, ajenos al medio ambiente en sí. Ahora, la UE se ve forzada a un ahorro energético que amenaza el confort que se ha ido ganando en décadas por la urgencia de la invasión rusa de Ucrania que bloquea medio mundo y amenaza la comida diaria de millones de personas, además de poner en peligro la economía de muchos sectores vitales para el progreso de toda Europa.

Una guerra que con la diplomacia adecuada se debía haber evitado, sobre todo teniendo en cuenta que estamos en el siglo XXI y que la Guerra Fría acabó y los altos muros del bloque soviético ya no existen. Europa no ha sabido o podido evitar esta crisis y ahora son los ciudadanos de a pie los que pagaremos las consecuencias. El plan de ahorro energético que entró en vigor ayer, si fuera el fruto de un pacto para luchar contra el cambio climático y se aplicara por fases y con consenso de quienes deben asumirlo, habría conseguido un más amplio apoyo, pero esta primera fase del proyecto, 27 grados en verano y 19 en invierno, pero con máxima flexibilidad de aplicación, parece más un banco de pruebas para medidas más restrictivas que vendrán en otoño que una hoja de ruta para adaptarnos a unos cambios climáticos y meteorológicos imparables.

En cuanto a la situación creada ayer por la confusión sobre quién debía aplicar las medidas y quiénes podían acogerse a las excepciones, son una muestra más de la improvisación del plan.Lleida, fuera de la CopaCien días de gracia los tiene cualquier primerizo que toma el timón de un barco, y más si iba a la deriva como el Lleida Esportiu. Se evitó el naufragio y afición y equipo hacen ahora piña para recuperar la categoría futbolística que Lleida merece, pero será necesario más oficio porque ser expulsados de la Copa por un error de despacho no debe repetirse.

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