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Más envejecida, con menos natalidad y con más inmigración. Catalunya cuenta con 8.005.784 habitantes según cifras del Institut Català d’Estadística (Idescat) del pasado noviembre. La comunidad superó los ocho millones de habitantes más rápido de lo previsto (en 2019 se predijo para 2030) gracias a la llegada de migrantes que persiguen un futuro mejor. Los expertos coinciden en que el aumento de la población obliga a afrontar cuestiones complejas del día a día como la vivienda, la estabilidad laboral y la desigualdad social. El éxodo al mundo rural producido durante la pandemia de la covid no ha tenido continuidad tras la crisis sanitaria. Girona es la capital que más creció (cerca de un 33%) en los últimos 20 años, mientras que Lleida (22%) y Tarragona (15%) también han superado en porcentaje a una Barcelona (7%) con problemas extremos de acceso a la vivienda. Pese a este impedimento básico, la demarcación de Barcelona sigue acogiendo al 73% de toda la población catalana ante el 11% de Tarragona; el 10% de Girona y el 6% de Lleida. Los inmigrantes aportan juventud a la Catalunya de los ocho millones. La edad media de los extranjeros es de cerca de 35 años, mientras que el total del territorio alcanza los 43 años. A día de hoy, tres de cada cuatro catalanes son producto de la inmigración y en Lleida, como ya publicó este diario a principios de año, uno de cada tres bebés tiene madre extranjera, en un cambio radical del censo que el Centro de Estudios Demográficos resumió el lunes en que en los últimos 40 años se ha pasado del 2% de residentes extranjeros al 21% en la actualidad. Esta realidad ha de servir para sentar las bases de la Catalunya del futuro, con unos ejes básicos que las administraciones han de afrontar, impulsar y llevar a la práctica para garantizar la igualdad de género, la justicia social y el progreso y equilibrio económico y territorial. El trabajo y la vivienda, como imprescindibles para la cohesión y el bienestar global, y el catalán, como factor de integración, son los instrumentos más importantes para que esta nueva Catalunya siga siendo un país de acogida y convivencia modélico. Pero estos objetivos no se cumplirán por generación espontánea y hacen falta directrices y normas claras que los hagan posibles. Es hora de solucionesEl campo sigue empujando para que todas las administraciones tomen decisiones que puedan garantizar su futuro. La Plataforma Pagesa de Lleida hace bien en desvincularse de la 6-F, con implicaciones políticas que podrían desvirtuar el fin, y los sindicatos agrarios deben apoyar sin fisuras a los agricultores y ganaderos que han decidido decir basta. Ahora, compete a los gobiernos mover ficha

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