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Seguro que ayer fue un día agridulce para el cuerpo de los Mossos d’Esquadra de Lleida. A ningún sector le gusta que haya entre sus filas, empresa, corporación o equipo de fútbol, tanto da un ejemplo como otro, personas sin escrúpulos que cuestionan la credibilidad y honorabilidad del colectivo para enriquecerse ilícitamente. Pero pasa cada día, tanto en el sector privado como en el público. Así, la policía catalana vivió este martes una dualidad de sensaciones porque tener que detener a un compañero que está presuntamente relacionado con el narcotráfico, y otros turbios negocios, no debe de ser plato de buen gusto. Pero también debió de ser un día de orgullo por depurar manzanas podridas del cuerpo de Mossos (el segundo descubierto por asuntos internos del cuerpo en pocas semanas). Porque el arrestado, además de ser sospechoso de varios delitos relacionados con las drogas y el blanqueo de capitales, sería también el agente que compareció ante la Guardia Civil para denunciar a los responsables del dispositivo del 1-O de 2017 en Lleida, declaración que propició que el fiscal imputara a diversos mandos de los Mossos, con una hoja de servicios intachable y que actuaron con las más escrupulosas profesionalidad y proporcionalidad (siguiendo las instrucciones dadas por un auto judicial para el día del referéndum), como quedó demostrado meses después ante la Justicia. Ningún organismo está libre de indeseables y lo que marca las diferencias es cómo se actúa cuando se descubren y en este caso solo cabe felicitar a los Mossos por poner a disposición de la Justicia al supuesto delincuente. 

Asesinos en la cocina

Las prisiones de Ponent y Lledoners (Bages) han apartado del trabajo en la cocina a presos con condenas por homicidio tras el asesinato de una empleada de la cárcel de Tarragona a manos de un interno que cumplía condena por haber matado ya a otra mujer a puñaladas. Un asesinato a partir del cual se inició una protesta de los funcionarios en todos los centros penitenciarios de Catalunya pidiendo más seguridad para el personal e incrementar la plantilla, dado que en los últimos años ha aumentado el número de internos. La situación todavía sigue enquistada porque los trabajadores exigen la dimisión del secretario de Medidas Penales, Rehabilitación y Atención a la Víctima, Amand Calderó, para sentarse a la mesa del diálogo y la conselleria asegura que el crimen era “imprevisible” y rechaza ceses por este tema. Ahora, estas dos cárceles deciden tomar cartas en el asunto y los condenados por homicidio no podrán trabajar en la cocina con cuchillos e instrumentos peligrosos, lo que nos parece una buena iniciativa a extender a toda Catalunya.

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