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Como cada año, durante el 2024 va a haber dos cambios de hora en toda España para pasar del horario de invierno a verano y otro para pasar del de verano al de invierno y que consisten en adelantar o atrasar una hora los relojes, una vez en marzo y otra vez en octubre. El horario de verano se modificará esta noche, cuando a las 02.00 horas (horario oficial peninsular) se deberán adelantar las manecillas hasta las 03.00 horas, por lo que el día tendrá 23 horas de duración, una menos. Inicialmente el objetivo de este ajuste era adaptar las horas de luz solar a la jornada laboral general para, de este modo, ahorrar energía y gastar menos electricidad en el ámbito público, pero el debate sobre los pros y contras de esta modificación arrecia en todo el mundo y ya hay muchos países que no cambian la hora y Europa lleva tiempo intentando establecer uno de fijo, pero no termina de aplicarse. Por lo que respecta al ahorro energético, varios estudios establecen que sus beneficios económicos medios no llegan a los 6 euros por persona y año y sobre su eficiencia también hay serias dudas. En cambio, sí se han publicado muchos análisis médicos sobre su repercusión en el ritmo biológico de las personas, desde desajustes en el organismo como alteración del sueño, algo parecido al jet lag después de un vuelo de larga distancia. Por tanto, si toda la comunidad científica y por supuesto la ciudadana estamos de acuerdo en las ínfimas ventajas y sus múltiples inconvenientes, ya sería hora de dejar un horario fijo todo el año. 

Poca voluntad vecinal

La negativa del Gobierno de Aragón a financiar la circulación entre Binéfar y Lleida de dos de los trenes que históricamente han cubierto la ruta entre Zaragoza y la capital de Ponent lleva tres años forzando una insólita y onerosa situación: los maquinistas y los revisores de esos trenes se ven obligados a cubrir a diario trayectos que suman casi 260 km en AVE y más de 80 en taxi para garantizar la circulación de esos convoyes. El desacuerdo sobre la prolongación del trayecto, que desde hace tres años finaliza por la mañana y arranca por la tarde en Binéfar en lugar de hacerlo en Lleida, como ocurría antes de la pandemia, obliga también a Renfe a asumir los gastos de la vigilancia del convoy durante las casi ocho horas que permanece parado en la estación literana. Gastar este dineral por no querer ayudar a sufragar estos trayectos, como sí hicieron en su día la diputación de Lleida y la Generalitat de Catalunya con el tren de La Pobla cuando el estado decidió suprimir la línea, es no entender ni valorar las sinergias poblacionales entre estos municipios de Aragón y Lleida, perjudicar a los habitantes de su comunidad y poner trabas al buen vecindaje histórico

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