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Hoy es 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, en el que se recuerda en todo el mundo que los motivos por los cuales surgió el feminismo a finales del siglo XIX, sobre todo cuando en 1911 murieron en una fábrica de camisas de Nueva York 123 mujeres reclamando sus derechos, siguen vigentes, al igual que la demanda de salarios más justos y condiciones laborales más igualitarias. Y a todos aquellos y aquellas, que los hay, que opinan que los movimientos feministas, que consiguieron con su lucha el voto y cambios legislativos vitales, han ido demasiado lejos en sus demandas, no hay como explicarles, y demostrarles con datos, que la igualdad de sexos aún está lejos de ser una realidad. Para ratificarlo podemos citar la brecha salarial que sigue bien presente en todos los países del mundo, en Catalunya también, o los asesinatos de mujeres cotidianos en todos los continentes. También podríamos recordarles la gran diferencia del tiempo que dedican ellos y ellas a las tareas domésticas, a la atención de familiares, al cuidado de los hijos o de personas mayores. Sería oportuno además enumerar las dificultades de conciliación laboral y familiar, que comportan que las mujeres sigan todavía lejos de la paridad en puestos directivos de las empresas o del poder en general, o explicarles que una mujer futbolista, justo cuando se acababa de proclamar campeona del mundo, tuvo que sufrir la vergüenza de recibir sin permiso un beso en los labios del presidente de la Federación, Luis Rubiales, que hacía media hora se había tocado en el palco y al lado de la Reina sus partes íntimas como símbolo de poderío y virilidad. Pregúntense quienes quitan hierro a ese “piquito” si creen que tal personaje se habría atrevido a hacer lo mismo con Andrés Iniesta en el Mundial de Sudáfrica. Y así podríamos seguir con ejemplos de las mujeres violadas por esposos, parientes o conocidos, de las niñas a las que se les practica la ablación en base a razones culturales o religiosas indefendibles bajo ningún prisma. También del miedo que pasa cualquier persona del sexo femenino, tenga la edad que tenga, si ha de volver sola a casa a altas horas de la noche. Y podríamos seguir por el calvario que han pasado las Alexias, Aitanas, Lauras o Sandras, que soñaron con jugar al balompié pero no tenían dónde, y hasta hace cuatro días tenían que pagarse el autocar y las botas para ir a entrenar, mientras sus compañeros llegan en Maseratis. Este año tenemos en Lleida un caso muy cercano y clarificador para quienes rechazan las reivindicaciones feministas y no es otro que el de Bruna Odina, del Pons Lleida, que hasta anteayer tenía vetado jugar en un equipo mixto de hockey. Pregunten a sus padres, o a ella y a tantas otras que están en su situación, si creen que ya vivimos en un mundo igualitario. Se ha recorrido mucho camino, sin ninguna duda, pero la meta está todavía lejos, muy lejos.

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