Cambio climático sin freno
Mayo ha acabado en Lleida con temperaturas propias de los días más calurosos de verano, hasta el punto de que la máxima alcanzada el jueves en la capital y Alcarràs, 37,5 grados, supone un nuevo récord histórico para este mes. Lo mismo ha sucedido en parte de Catalunya y de España, y las olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas de pedrisco o lluvias torrenciales son más frecuentes en todo el planeta, todo acompañado de una constante: la temperatura media cada vez es más alta. En noviembre de 1992, un total de 1.700 científicos, entre ellos diversos premios Nobel firmaron un informe en el que advertían a la humanidad de las consecuencias catastróficas a las que llevaría el cambio climático si no se adoptaban medidas para frenarlo. Veinticinco años después, en 2017, ya fueron 15.000 los científicos que suscribieron un nuevo llamamiento alertando de que “pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectoria fallida”. Pues bien, transcurridos casi 33 años desde el primero y ocho desde el segundo, la situación no ha dejado de empeorar. La ONU ha promovido un total de 29 Conferencias sobre el clima, la primera en 1995, algunas de carácter más técnico y otras con la participación de numerosos líderes internacionales. Sin embargo, siempre se ha repetido la misma tónica: los acuerdos alcanzados han sido estrictamente de mínimos y después se han incumplido de forma generalizada, especialmente por parte de los países que más contaminan, que son las principales potencias. Por desgracia, no hay visos de que esto vaya a cambiar a corto plazo o, en todo caso, es más factible que lo haga a peor. que el estado más poderoso, EEUU, está liderado por Donald Trump, un negacionista del cambio climático que justo después de volver a tomar posesión firmó la orden de abandonar el denominado Acuerdo de París, un tratado internacional, jurídicamente vinculante, adoptado en diciembre de 2015 por casi 200 países para limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2 grados en comparación con l preindustrial. Ahora bien, de la falta de implicación del resto de países en su cumplimiento da idea el hecho de que uno de los compromisos era que las emisiones de gases de efecto invernadero tendrían que reducirse un 28% en solo siete años y ha sucedido lo contrario, porque han seguido aumentando. Es como si la humanidad estuviera subida en un gran tren que se dirigiera hacia un precipicio y sus maquinistas siguieran acelerando en lugar de frenar. Haríamos bien todos los ciudadanos en reflexionar sobre qué futuro queremos para nosotros y para nuestros hijos y no nos dejáramos llevar por promesas de fáciles soluciones
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