¿Organizamos una caza de hombres, Arturo?
Arturo Pérez-Reverte, gran amigo de este espacio, ha escrito un artículo que se ha convertido en viral para desgracia de la Real Academia Española. En él afirma entre otras cosas que “cualquier llamada a imponer reglas claras que no hiciesen retroceder nuestro mundo de derechos y libertades a la Edad Media se calificó de xenofobia y racismo por parte del equipo de imbéciles habituales”, sin darse cuenta de que el uso de este lenguaje por parte de un académico produce vergüenza, y la vergüenza deviene en bochorno con este párrafo espantoso: “Vente para acá, Mohamed, primo, que en España puedes ocupar una casa ajena, decirle puta a una zorra con minifalda, robar a punta de navaja y al día siguiente, si te pillan, estás en la calle. Y si eres menor, para qué te cuento. Además, te subvencionan. A qué pasar hambre, si es de noche y hay higueras”. Se ha dicho que la corrupción de los partidos sistémicos ha provocado la propagación de los populismos de derechas y de izquierdas, y es verdad. Ahí están los casos Cerdán y Montoro extendiendo sus tentáculos por todas partes. Del primero informamos en este diario de ramificaciones en Binéfar y del segundo explicamos hoy que Red Eléctrica contrató al despacho de Montoro en los pleitos con decenas de municipios de Lleida por las tasas. ¿Quiere esto decir que Podemos y Vox son lo mismo? Por supuesto que no. El primero prometió abrir la puerta al cielo y el segundo, la del infierno. Podemos se enterró por errores propios con la generosa ayuda del lawfare y Vox arrasa con lo que los científicos denominan lepenización del espíritu. El racismo no es racismo: es aporofobia. Europa ha comprado el relato de unos Estados Unidos que llevan mal la pobreza porque hacer fortuna está en el origen de su existencia. Con Messi, Lamine y los jeques árabes no hay problema. En realidad padecemos racismo aporofóbico. Y estúpido. Porque vamos a ver: prácticamente el 100 por cien de las violaciones las cometen hombres. ¿Organizamos una caza de hombres, Arturo?
Las palabras más hermosas
Siguiendo en los aporofóbicos EEUU, cuando en 1854 Franklin Pierce, su presidente, hizo una oferta de compra de tierras al Jefe Seattle, este respondió: “¿Cómo se puede comprar el firmamento? ¿Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos?”, y otras bellas palabras que constituyen el canto más hermoso sobre la propiedad de la tierra. Si el hombre blanco le hubiera hecho caso, el mundo sería más decente, en Tor no habría habido 3 muertos en 50 años por la propiedad de la montaña y nosotros no habríamos explicado el pasado miércoles que esas 5.100 hectáreas no pagan IBI por esas disputas.