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Hitler está considerado como el peor de los dictadores del siglo XX. Ser el causante de la Segunda Guerra Mundial y del genocidio de la comunidad judía inclina la balanza a su favor frente a nombres como Stalin, Mao o Pol Pot. Hitler llegó al poder en enero de 1933, no por un golpe de Estado, sino como líder del partido más votado en unas elecciones, aunque sin mayoría absoluta. En diez años, durante los que pasó de ser el jefe de un grupúsculo de extrema derecha a canciller, pronunció cientos de discursos cuya base era el odio a los judíos, a los que responsabilizaba de los males de Alemania y de ser los promotores del bolchevismo. De hecho, solía usar las palabras aniquilación y eliminación cuando hablaba de ellos. No era ningún genio ni habría podido llegar hasta lo más alto de no ser por el desprestigio de los principales partidos. La República de Weimar, surgida del marasmo tras la caída del imperio alemán por la derrota en la Primera Guerra Mundial, era un régimen democrático que tuvo que lidiar con una crisis económica casi permanente y en el que predominaron los gobiernos débiles a nivel parlamentario. Entonces, como ahora, también hubo un ejecutivo de gran coalición entre los socialdemócratas y la derecha que cayó un par de años antes de la victoria de los nazis y al que sucedieron gobiernos de derecha cada vez más inoperantes. Hagamos el esfuerzo de cambiar a los judíos por los inmigrantes, a los que la ultraderecha ve como una amenaza a la identidad europea, catalana o española; a los que responsabiliza de la mayoría de actos delictivos, desde robos a violaciones y asesinatos; y a los que presenta como los que quitan puestos de trabajo y recursos públicos a los autóctonos. Analicemos la situación política. Catalunya y España llevan dos años sin presupuestos, van camino del tercero y la colaboración entre los principales partidos está rota. En Francia, acaba de caer el tercer gobierno en un año y los partidos tradicionales han dejado paso a formaciones personalistas que solo se pusieron de acuerdo en una frágil alianza para frenar a los ultras en las últimas elecciones. En Alemania, gobierna una gran coalición encabezada por los conservadores después de que en las elecciones del pasado febrero los neonazis fueran la segunda fuerza más votada. Por lo que respecta a la economía, no cabe duda de que estamos mejor que durante la República de Weimar. No obstante, muchas familias no llegan a final de mes aunque tengan empleo, los niveles de pobreza van al alza y, sobre todo, cada vez son más las personas que miran con temor y no con ilusión hacia el futuro porque creen que la situación irá a peor. Llegados a este punto, no hay que hacer ningún nuevo ejercicio de comparación histórica para vaticinar hacia dónde podemos ir si no logramos cambiar el rumbo, porque Trump nos lo enseña casi a diario en EE.UU.

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