Un acuerdo de paz con flecos inquietantes
Una mala paz es mejor que una buena guerra. Este es un principio que hay que aplicar al primer pacto alcanzado en la madrugada de ayer entre Israel y Hamás. Se enmarca en la propuesta formulada por Donald Trump para poner fin a dos años de un conflicto que comenzó el 7 de octubre de 2023 con la matanza de 1.200 personas y el secuestro de más de 250 –el grueso de ellas en un festival de música– cometidos por el grupo terrorista palestino, y que prosiguió después con la masacre sistemática de la población de Gaza por parte del ejército israelí, causando la muerte a más de 67.000 personas y provocando una gran hambruna, en lo que la propia ONU ha calificado de genocidio. Esta primera fase del acuerdo incluye el alto el fuego, la retirada de las tropas hebreas, la entrada de ayuda humanitaria y el intercambio de prisioneros. La Unión Europea, sus países miembros, Rusia, los estados árabes e incluso grupos terroristas como Yihad Islámica aplaudieron este pacto. Asimismo, numerosos líderes de todo el mundo alabaron el papel que ha jugado el presidente de EE.UU. para lograrlo. La gran paradoja es que quien más ha apoyado la política genocida de Israel en Gaza aparece ahora como el artífice de la paz. Una vez más, la Unión Europea ha vuelto a demostrar que cuenta entre muy poco y nada en el concierto internacional, al igual que una ONU siempre sometida al dictado de las grandes potencias. Sea como sea, este avance hacia la paz es una muy buena noticia, y ojalá pueda ser duradera y siente las bases para la pacificación a largo plazo de todo Oriente Próximo. De todas formas, hay que optar por la prudencia. Tal como señalamos en esta misma sección, el plan de Trump contiene puntos que invitan al escepticismo. Uno es el que abre la puerta a que en el futuro pueda haber un estado palestino, porque el presidente israelí, Benjamín Netanyahu, ya manifestó que no está dispuesto a que pueda llevarse a la práctica. Otro, el que sitúa al presidente estadounidense como el encargado de establecer las líneas maestras de la reconstrucción de Gaza. ¿Alguien cree que pondrá el interés de la población por delante de su negocio personal y del de otros millonarios? Tampoco hay que esperar que los responsables de la masacre sean juzgados y condenados. Ni los líderes de Hamás, ni Netanyahu, ni ningún responsable militar israelí pagarán por sus crímenes, que incluyen actos de una atrocidad extrema como acribillar a jóvenes indefensos, bombardear a conciencia escuelas y hospitales o disparar a matar a personas, entre ellas mujeres y niños, que hacían cola para intentar conseguir un poco de comida. Y la guinda del pastel puede ser la concesión del premio Nobel de la Paz para Trump. La lista de este galardón cuenta con otros personajes oscuros, pero que él aparezca ahora como posible candidato constata que el mundo vive tiempos muy convulsos.