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El secretario de Estado de Cultura, Jordi Martí, estuvo el jueves en Lleida y no hizo ninguna declaración a la prensa. Visitó las termas romanas de Cardenal Remolins (en realidad, vio un cartel que las anuncia) y el Museu Morera, y no permitió que los periodistas le formuláramos una sola pregunta. Una mala praxis demasiado frecuente en los consellers de la Generalitat, como explicamos el viernes en la sección Privado de este diario, y que en el caso del secretario de Cultura es más preocupante todavía, no solo porque al ser un cargo del gobierno central sus visitas a Lleida son menos frecuentes, sino porque no es correcto que el secretario de Cultura no tenga nada que decir cuando viene a la capital leridana. No lo es porque el ministerio que representa no puede esconderse como lo está haciendo en el conflicto por los murales de Sijena que el MNAC está obligado a llevar al monasterio pese al elevadísimo riesgo de que se dañen las pinturas, unas de las más formidables del románico en Europa. El MNAC ha pedido al Instituto del Patrimonio Cultural de España, que es el máximo organismo en protección del arte en el Estado y depende del ministerio de Cultura, que haga un informe sobre el riesgo para los murales que comporta el traslado, tal como lo hizo en su día para desaconsejar que se llevara la Dama d’Elx a Elx. Jordi Martí respondió a esa petición del MNAC dando largas y animando a convocar una reunión de patronos del museo, entre ellos el ministerio. Las largas se alargaron y enmudecieron en Lleida. Jordi Martí debe saber que el ministerio que representa, cuando estaba en manos del PP, permitió que la Guardia Civil entrara de madrugada en el Museu de Lleida y se llevara 44 obras de Sijena aprovechando la aplicación del artículo 155. Posteriormente el Museu perdió otras 111 piezas, en este caso de la Franja, que con las de Sijena suman –parece un chiste pero no lo es– 155. Quiere eso decir que el ministerio que representa Martí está en deuda con Lleida. Se ha hablado mucho, y con razón, de la hecatombe causada en los partidos independentistas por el procés; también del nefasto aumento de la extrema derecha, la independentista y la españolista; pero muy poco del destrozo generado en el espacio de Podemos y els Comuns. Cuatro diputados de 350 y 6 de 135, respectivamente: unas cifras insignificantes si se parte de lo que representó el movimiento del 15M. En el caso de Podemos el derrumbe se explica por la guerra sucia, la creación de Ciudadanos y las escaramuzas de sus fundadores y sus líderes. En el caso de los Comuns, Martí y su jefe, el también catalán Ernest Urtasun, harían bien en plantearse si ese hundimiento tiene alguna relación con una afición excesiva a meter la cabeza debajo del ala y esperar a que pase la tormenta ante el procés en general y el conflicto del arte en particular. La convivencia es importante, pero la dignidad lo es más.

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