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El alcalde de Lleida, Fèlix Larrosa, presentó el lunes el plan integral del Centro Histórico asegurando que “será la transformación más grande hecha de golpe por la ciudad en la etapa democrática”. Su afirmación se basa en que prevé una inversión de 60 millones en siete años con más de un centenar de actuaciones. Estas magnitudes constatan que se trata de una iniciativa ambiciosa, que incluye proyectos como adecuar el antiguo convento de Santa Teresa para convertirlo en un gran equipamiento cultural, construir 387 nuevas viviendas y rehabilitar 400 más, hacer visitables las antiguas termas romanas de Cardenal Remolins o volver a renovar el Mercat del Pla para convertirlo en sede de una veintena de cooperativas. Seguro que hay un amplio consenso en que se trata de actuaciones necesarias. No obstante, a partir de aquí hay que hacer algunas observaciones. Una es que la Paeria cuenta de entrada con obtener 25 millones iniciales a través de una ayuda del nuevo Plan de Barrios convocada por la Generalitat. Todo hace pensar que así será, pero todavía faltarán otros 35 millones que no está en condiciones de tener solo con recursos propios. En este sentido, el alcalde apuntó que espera conseguir más aportaciones del Govern y también del Estado, como por ejemplo a través del 2% cultural. Es cierto que el hecho de que sus gobiernos sean del mismo color que el de la Paeria siempre facilita este tipo de transferencias. El problema es que no hay visos de que ni uno ni otro puedan tener nuevos presupuestos y, además, habrá que ver cómo evoluciona el actual panorama político, especialmente a nivel estatal, además de que el actual mandato municipal acaba dentro de poco más de un año y medio. Por otro lado, tampoco hay que olvidar que el Barri Antic ya ha recibido importantes inversiones, aunque sin alcanzar el volumen previsto ahora. En la década de los noventa el ayuntamiento impulsó el denominado Plan ARI, y en la primera década de este siglo recibió una ayuda del primer Plan de Barrios. El balance de ambos es que comportaron el derribo de edificios antiguos, la adecuación de calles y plazas y la construcción de pisos nuevos y de equipamientos, pero no lograron regenerar socioeconómicamente el barrio. Precisamente, el presentado ahora cuenta con un apartado de apoyo a colectivos vulnerables para prevenir la exclusión social, mejorar la convivencia y facilitar oportunidades económicas. En esta línea, habría que plantear si las iniciativas de las administraciones para reactivar zonas urbanas no deberían poner como mínimo al mismo nivel la educación y formación –ya sea la FP o la ocupacional– que la inversión en obras. Porque la clave de la mejora a largo plazo de un barrio, un pueblo o una ciudad es que sus habitantes dispongan de un nivel de ingresos digno, para lo que son necesarias iniciativas que vayan más allá de las obras.

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