SALUD
Cinco meses sin poder salir de casa: "estoy cansada, triste. Solo quiero poder bajar un día a ver el sol"
Una vecina de Mollerussa que tiene las piernas amputadas vive en un piso con el ascensor averiado y sin luz en la escalera. Ella y su marido explican que no tienen ingresos y que no reciben ninguna ayuda

Atrapada a casa seua a Mollerussa, amb les dos cames amputades i l’ascensor avariat
Encerrada desde hace más de cuatro meses en un piso sin ascensor y sin luz en la escalera, Sanda Jâhoagâ, vecina de Mollerussa de 59 años, sobrevive en condiciones extremas tras la amputación de sus dos piernas. Sin ayudas públicas ni ingresos, depende por completo de la atención de su marido, que ha dejado de trabajar para cuidarla, y del apoyo solidario de varios vecinos y amigos que acuden cada día a llevarle comida y compañía. “No puedo salir a la calle desde junio. Estoy cansada, triste. Solo quiero poder bajar un día a ver el sol”, explica entre lágrimas.
La historia de esta vecina de Mollerussa, de origen rumano y empadronada en la ciudad desde 2014, es la de una trabajadora agrícola que dedicó quince años a los campos de la comarca del Pla d’Urgell y que hoy se siente abandonada por las instituciones. “He trabajado siempre y ahora que estoy enferma no tengo nada”, lamenta. Su marido, que la acompaña durante la entrevista, asiente con amargura: “Yo también trabajaba en el campo, pero ahora no puedo dejarla sola. Ella no puede moverse, y yo tengo que estar aquí para ayudarla a vestirse, a comer, a todo”.

Segons els metges, aconseguir una pròtesi per a la Sanda seria gairebé impossible, perquè l’amputació és molt alta. - J. GÓMEZ
El drama comenzó a principios de marzo, cuando la mujer, diabética, fue sometida a cuatro operaciones que terminaron con la amputación de ambas piernas. “Firmé los papeles porque el dolor era insoportable. Sabía que me las cortarían, pero no había otra opción. Si no, me moría”, cuenta.
Tras un mes ingresada en Lleida, fue trasladada a Balaguer, donde pasó otro mes y medio en rehabilitación. Allí comenzó a asumir que no podría volver a caminar. “Me dijeron que la prótesis sería muy difícil, casi imposible, porque la amputación es alta”, explica mostrando los informes médicos. Desde entonces, vive confinada en su piso, sin posibilidad de salir ni siquiera al rellano. “El ascensor no funciona desde hace más de dos años y la escalera está a oscuras. ¿Cómo voy a bajar en silla de ruedas?”, se pregunta.

Les escales de l’edifici on viu el matrimoni estan a les fosques i són massa estretes. - J. GÓMEZ
El edificio donde vive no está adaptado. La comunidad de vecinos asegura estar de acuerdo en reparar el ascensor, pero los trámites se han bloqueado por falta de fondos. “Nos dicen que lo arreglarán, pero no viene nadie. Ya estamos acostumbrados a esperar”, comenta resignado su marido. “Yo solo pido poder bajar con mi mujer a la calle, aunque sea un rato. Está cinco meses sin salir, y eso la está matando por dentro”, añade. Las dos únicas veces que ha visto la calle ha sido para ir a ser visitada en el hospital. En una de ellas, tuvieron que intervenir los Bomberos para poder trasladarla.
Varios vecinos del bloque y amigos próximos confirman que la visitan a diario para acompañarla y atender sus necesidades básicas. “Cada día subimos a verla, porque está muy sola y necesita cosas”, explica una vecina. “Su marido hace lo que puede, pero están los dos enfermos. Ella necesita atención médica”, añade.
“No tenemos dinero ni para comprar comida”, asegura la pareja
Su situación económica es igualmente desesperada, pues no reciben ninguna prestación. “Hemos pedido ayudas a la Generalitat. En agosto nos dijeron que en septiembre llegaría el dinero, pero no ha llegado nada”, afirma. “No tenemos ni para comida. Vivimos gracias a los amigos que vienen cada día con pan, fruta o algo caliente”, dice el marido, sin poder contener las lágrimas. “No queremos problemas, solo que arreglen el ascensor y que nos den una pensión para comer”, añade. La pareja mantiene la esperanza de que las administraciones actúen. “Nos dijeron que el expediente está en trámite, pero llevamos meses esperando”, señala el hombre. “Ahora solo quiero salir a la calle sin miedo a caerme”, resume ella.