El teletrabajo, una buena opción para los pueblos
El teletrabajo era hasta que llegó la covid una práctica residual. El confinamiento obligatorio durante los primeros meses de la pandemia y las posteriores restricciones a la movilidad que se mantuvieron durante un tiempo provocó que registrara un auge exponencial. Esto se tradujo en un aumento significativo del número de vecinos en algunos municipios de zonas rurales y del Pirineo, que incluso llevó a pensar que podría convertirse en permanente. Sin embargo, una vez que se levantaron las limitaciones, buena parte de las personas que habían optado por esta vía volvieron al trabajo presencial, ya fuera voluntariamente o porque así lo ordenaron sus empresas o instituciones. La situación actual, de acuerdo con los datos del Idescat, es que alrededor de un 20% de los empleados teletrabajan, ya sea de forma habitual u ocasionalmente, aunque los primeros solo son un 9,2%. Es evidente que esta fórmula no puede aplicarse en múltiples ocupaciones, como por ejemplo las de los sectores agrario, industrial y logístico y todo el abanico de oficios vinculados a la construcción y mantenimiento de edificios. Ahora bien, en otros ámbitos como el de las nuevas tecnologías, gestión administrativa o las finanzas, por poner tres ejemplos, hay muchas posibilidades de que la mayor parte de los empleados puedan trabajar a distancia. Claro que hay inconvenientes, porque entre otras cosas se interactúa mucho menos con los compañeros y no se dispone de toda la logística propia de un centro de trabajo, pero también hay muchas ventajas. Una es que permite conciliar mejor la vida personal con la familiar. Otra, que permite evitar desplazamientos, porque ahora hay muchas personas que se pasan una o dos horas al día en coche en la carretera entre ir y venir de trabajar, o bien dependen de los servicios ferroviarios de Rodalies, que no son precisamente un dechado de puntualidad, o de autobuses interurbanos. Además del coste en tiempo, hay otro económico y el primer y tercer medio de transporte generan contaminación. Uno de los factores que lastra el teletrabajo cuando este es viable es la desconfianza por parte de responsables de empresas e instituciones, que creen que al no poder ver lo que hacen sus empleados estos pueden escaquearse de sus funciones. La alternativa para evitar este riesgo es fijar objetivos de productividad que las dos partes acuerden, con lo que se evitan malentendidos y se crea un baremo que permite incentivar a los que más rinden. En las comarcas de Lleida, el teletrabajo aparece como una vía para poder revertir la despoblación rural, para lo que hace falta que todos los municipios dispongan de infraestructuras básicas para ello, como una buena red de fibra óptica. Los testimonios que publicamos hoy en nuestras páginas demuestran las ventajas que tiene poder hacerlo, sin que suponga ninguna merma en la productividad.