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Junts se pasó 4 años criticando la posición negociadora de ERC en Madrid la pasada legislatura. Al grito de No surrender, afirmaban que los republicanos sostenían a uno de los partidos del 155 y Junts representaba la confrontación, el exilio y el espíritu del 2017. Pero ocurrió que una carambola aritmética convirtió a sus 7 diputados en Madrid en decisivos para la investidura de Pedro Sánchez, y en ese momento se olvidó la confrontación, se hizo todo lo posible para poner fin al exilio y se dejó de hablar del espíritu del 2017. Se hizo lo mismo que hicieron los republicanos 4 años antes (y han repetido esta legislatura): negociar con Madrid. Los juntistas con las banderas de la amnistía, el catalán en Europa, la lucha contra la multirreincidencia y el traspaso de competencias en inmigración; los republicanos, con las de la financiación singular y el traspaso de Rodalies. Los resultados para los dos partidos han sido más bien decepcionantes, como lo fueron para ERC la pasada legislatura. Puede ser que la razón sea el poco convencimiento del PSOE en los puntos acordados, puede ser que sean los grandes inconvenientes para desarrollarlos que han puesto algunos poderes fácticos, sobre todo judiciales, o puede ser que sea una combinación de ambas cosas a la vez, que seguramente es lo más probable, pero lo cierto es que Junts, como ERC, tiene motivos para no estar satisfecho de cómo se han desarrollado los dos primeros años de esta legislatura. La única cosa seria que se ha convertido en realidad ha sido la ley de Amnistía, que para los líderes del procés no ha tenido efecto alguno por una rocambolesca y disparatada interpretación del delito de malversación por parte del Tribunal Supremo. Tampoco ERC tiene motivos para tirar cohetes con lo conseguido en el asunto más importante que puso sobre la mesa, que fue una financiación singular que el PSOE enseguida dejó claro que en lugar de singular sería plural porque podrían acogerse a ella todas las comunidades. El panorama que se le presenta ahora a Junts, tras la decisión anunciada ayer por su cúpula de romper con el PSOE, se parece mucho a un abismo. En primer lugar porque seguramente no servirá para tumbar a Sánchez, que prorrogará los presupuestos y llegará hasta 2027; y en segundo lugar porque el único margen de maniobra para derribarlo pasa por pactar con PP y Vox una moción de censura, con o sin candidato independiente tipo Roca Junyent o Sánchez Llibre, y eso Junts no lo hará. La gran pregunta que deberían hacerse sus líderes es si en el año 2025 deben seguir tomando decisiones los líderes que fracasaron en el 2017. Una pregunta que es extensible a ERC ahora que Junqueras ha retomado las riendas del partido, y hasta a los Comuns, cuya actitud neutral hace 8 años se ha traducido en una representación parlamentaria mínima en Madrid y en Barcelona. Mientras, Aliança Catalana espera.

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