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El fútbol base, además de para practicar este deporte, debería servir para formar a los jugadores en valores como el respeto, la solidaridad, la disciplina o la responsabilidad. Lamentablemente, con frecuencia se producen episodios que demuestran que queda mucho por hacer en este sentido. El último, que publicamos en nuestra edición de ayer, es el caso de cuatro jugadores cadetes –por lo que estamos hablando de adolescentes de 15 años– que han sido expulsados del Alpicat después de que el pasado 2 de noviembre amenazaran al equipo rival yendo a su vestuario para mostrar un vídeo que acababan de grabar en el que se veía cómo uno de ellos escondía un cuchillo en sus pantalones. No conformes con eso, lo colgaron en redes sociales. Aunque en el mismo no se ve ninguna cara, su club, tras una investigación interna, ha decidido tomar esta drástica decisión con los jugadores que serían responsables de este acto de intimidación. Se trata de un castigo ejemplar que hay que aplaudir, porque este tipo de comportamientos son intolerables. Ahora bien, hay que ir más allá y analizar las causas de este tipo de actitudes. Sin que pueda servir de excusa, al parecer estos adolescentes decidieron responder de esta manera a los insultos que habían recibido desde la grada. Precisamente, hay que preguntarse por qué es tan habitual que en los partidos de fútbol base, donde la mayoría de espectadores son familiares o amigos de los jugadores, haya personas del público que insulten al equipo contrario o al árbitro. Estas actitudes convierten en estériles las campañas que la federación o los clubes promueven en favor del respeto. Y otra cuestión a abordar es el impacto cada vez mayor que tienen las redes sociales entre los niños y adolescentes. Si ya es preocupante que uno o varios adolescentes que juegan al fútbol vayan a un partido llevando un cuchillo, todavía lo es más que posteriormente exhiban su amenaza en internet, como si fuera algo de lo que vanagloriarse y que sirve para amedrentar todavía más a los rivales.

Alimentos cada vez más caros

El exministro Manuel Pimentel advirtió el martes en un acto en la feria Agrobiotech que el coste de llenar la cesta de la compra ha pasado de 120 euros en 2021 a los 220 de este año, y vaticinó que puede llegar a los 500 si no se eliminan trabas al sector primario y por el efecto de los aranceles. Resulta obvio que es necesario que la Unión Europea y los principales actores internacionales rectifiquen sus actuales políticas para evitar que esta predicción se convierta en realidad, porque sus efectos podrían ser devastadores para gran parte de la sociedad. Es de sentido común, que por desgracia no parece ser muy común entre los líderes mundiales.

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