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Pirineo sin glaciares y con menos lluvia y nieve a causa del cambio climático

Diversos estudios constatan que es una de las zonas de Catalunya más afectadas

Sergio de Miguel

Sergio de MiguelJORDI CAMINS

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El cambio climático es una realidad con efectos que son evidentes en Catalunya y Lleida, especialmente en el Pirineo. Un informe constata que las comarcas del Pirineo y Prepirineo son las que registran más descenso de la precipitación, y otros certifican la extinción de los glaciares y un mayor riesgo de aludes por la alteración del manto de nieve.

Hace dos semanas, 15.000 científicos de todo el mundo firmaron un documento titulado “Advertencia a la humanidad”, en el que alertan de que “nos acercamos rápidamente a muchos de los límites de lo que la biosfera puede tolerar sin un daño sustancial e irreversible”. “Especialmente inquietante es la trayectoria actual de un cambio climático potencialmente catastrófico”, destacan. Y es que por mucho que Donald Trump quiera negarlo, el cambio climático es una realidad. En Catalunya y Lleida, uno de los lugares donde más se percibe es el Pirineo. Así lo constata el tercer informe sobre el cambio climático en Catalunya, que detalla que mientras la precipitación media anual en todo el territorio desde 1950 ha bajado ligeramente, sin que sea estadísticamente significativo, sí se ha reducido de forma clara en el Pirineo (salvo Aran) y Prepirineo, a razón de entre un 2,4% y un 3,9% por decenio. El director de la Oficina Catalana del Cambio Climático, Salvador Samitier, señala que es especialmente preocupante porque afecta a las cabeceras de los ríos. Añade que en el Pirineo las cantidades máximas de lluvia se registran en verano, precisamente la estación donde bajan más. “Afecta al paisaje, porque hay unas especies adaptadas a una pluviometría más alta en el verano que está cambiando. Está constatado, no es de futuro”, subraya. Además, la temperatura media también sube más, como en todas las zonas montañosas. Al respecto, Samitier hace hincapié en la desaparición de los glaciares del Pirineo. “Los glaciares son nuestros osos polares, porque no desaparecen por un año más caluroso, sino por un cambio permanente”, afirma. Lo corrobora Jordi Camins, miembro del Grupo de Expertos en Cambio Climático de Catalunya que desde 1982 documenta la evolución de los glaciares del Pirineo. En Catalunya (también en Andorra y Navarra) se han extinguido y solo queda un helero (masa de hielo pequeña) debajo de material de erosión en los Bessiberris. En total, hay 54 glaciares y heleros, frente a 93 entre 1982 y 1985. “No hay vuelta de hoja, hacia mitad de siglo su extinción será completa”, sentencia Camins.

Aparte de acabar con los glaciares, el calentamiento global altera la estructura del manto de nieve del Pirineo y provoca que se registren condiciones más favorables para la caída de aludes de placa, los más peligrosos, ya que su volumen es mayor porque afectan a las capas inferiores de la nieve acumulada y porque son provocados por el peso de los propios esquiadores y raquetistas. Lo constata un estudio del Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya durante las últimas dos décadas. La cuestión no es sólo determinar si nieva más o menos, sino si la estructura de la nieve acumulada ha cambiado. El responsable de la investigación, Carles Garcia Sellés, explicó que, inicialmente, el manto de nieve en Aran y norte del Sobirà y la Ribagorça era de tipo oceánico, caracterizado por “el grosor bastante alto, capas inferiores estables y solo la superior, la más reciente, es inestable, por lo que cuando hay aludes son de esta capa superficial”. En cambio, en la Cerdanya, Berguedà, Solsonès y Ripollès era de carácter mediterráneo, con un grosor inferior “en el que se forman capas débiles y blandas intercaladas con costras en sus niveles inferiores mientras que en la superficie la nieve es más compactada por el viento, con lo que se pueden producir aludes de placa”, detalla, y precisa que en el resto del Pirineo, la tipología era continental, intermedia.

La precipitación en el Pirineo y Prepirineo cae entre un 2,4% y un 3,9% por decenio desde 1950

¿Y qué sucede? Pues que el manto oceánico se está transformando en mediterráneo. No es tan grueso y tiene capas débiles en su interior, lo que favorece aludes de placa. “El invierno pasado ha sido un ejemplo clarísimo” , indica Garcia Sellés, que no duda en señalar que se trata de “situaciones impropias” en esta zona. Mientras que a finales de los 90 y principios de la pasada década el manto de nieve mantenía la tipología oceánica, en los últimos diez años tiene “características de la mediterránea”. Y la que era mediterránea en el Pirineo oriental, ha empeorado.

Sergio de Miguel

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