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Siete de cada diez personas atendidas por la Creu Roja en Lleida experimentan algún tipo de soledad

Detectan que el grupo de usuarios que se sienten más soles tienen entre 41 y 50 años

Una profesional de Cruz Roja, atendiendo a una usuaria.

Una profesional de Cruz Roja, atendiendo a una usuaria.CREU ROJA LLEIDA

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Siete de cada 10 personas atendidas por Creu Roja experimentan algún tipo de soledad y, de estas, el 15% admiten sufrir soledad grave o muy grave. Los colectivos más vulnerables presentan unos indicadores de soledad superiores a la media y, si confluyen 2 o más factores de vulnerabilidad, la soledad aumenta exponencialmente. Los indicadores más altos de soledad se dan en el grupo de entre 41 y 50 años, con un 79,3%, mientras que los indicadores más bajos, entre las personas más mayores. Estas son algunas de las conclusiones del primer informe de El Observatorio sobre 'Soledad no volguda', elaborado a partir de las encuestas hechas de febrero a mayo de 2022 a 1.511 personas atendidas por Creu Roja, 300 de ellas de la demarcación de Lleida.

El informe remarca que la soledad no deseada afecta especialmente los colectivos que sufren pobreza, exclusión, marginación social o vulnerabilidad (migrantes, personas con enfermedad o discapacidad, paradas o madres monoparentales). Se trata, por lo tanto, de una problemática que no afecta únicamente a las personas mayores, aunque la mayoría de estudios y los recursos para paliarla se han centrado en este colectivo.

El sentimiento de soledad no se da necesariamente en personas que viven solas y está relacionado con la falta de relaciones o de vinculación con la comunidad. En este sentido, más de la mitad de personas encuestadas consideran que vivir solo no es bueno o que tiene más inconvenientes que ventajas, mientras que el 48,3% hacen una valoración positiva. La visión de vivir solo es más desfavorable entre los hombres y esta diferencia se hace más acusada con la edad.

El informe también destaca que el 83% de las personas no disponen de ningún tipo de apoyo profesional ni tecnológico para su cuidado o la de su familia, pero este porcentaje varía en función de la edad y a partir de los 80 años, casi el 60% reciben algún tipo de servicio. De hecho, las personas mayores son también las que pueden contar con red más próxima ante una necesidad puntual de apoyo o de acompañamiento.

El papel de las nuevas tecnologías

Las nuevas tecnologías pueden contribuir a paliar las situaciones de soledad y a ampliar las posibilidades de interactuar con los otros. En esta línea, 7 de cada 10 personas encuestadas utilizan diariamente aplicaciones y herramientas como WhatsApp, redes sociales y videollamadas para relacionarse con otras personas. El uso varía en función de la edad y son los grupos de edad más joven los que las utilizan mucho o bastante.

De hecho, según el informe, el 25,8% de las personas consideran que las nuevas tecnologías pueden ayudar a mejorar la calidad de vida y este porcentaje se sube hasta el 47% entre aquellas que tienen acceso a Internet. Las personas que las utilizan mucho o bastante presentan indicadores de soledad más bajos que los que las utilizan poco o sólo ocasionalmente.

Aun así, las personas que se relacionan principalmente de manera virtual presentan unos indicadores de soledad más elevados. El hecho de que las redes sociales y la tecnología no puedan sustituir las emociones y las sensaciones provocadas por el contacto físico con otras personas podrían justificar esta situación, recoge el informe.

El impacto de la pandemia

El informe también pone de relieve que el confinamiento y las restricciones impuestas durante la pandemia provocaron un incremento del sentimiento de soledad y unos cambios en las maneras de relacionarse que, lejos de ser transitorios, tienden a convertirse en habituales. Así, el 18,7% de las personas ha visto incrementado el sentimiento de soledad durante la pandemia, un aumento que ha sido más acusado entre los hombres que viven solos y las mujeres de más de 80 años. Además, un 65% de las personas encuestadas han experimentado cambios en sus relaciones personales que todavía se mantienen actualmente, como reducción del núcleo de personas con quienes se tiene relación o disminución de la presencialidad. Todos estos cambios han afectado sobre todo los grupos de edad más joven.

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